1. Mi particular noche de bodas


    Fecha: 09/03/2018, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... intenso, de tal manera que al final de la cena, y estando todos algo chispados con el vino, acabé tomando el café sentada frente a él. No me hizo mucho caso explícito, ya que estaba de bromitas con sus amigos, pero no era casual que se hubiese sentado cerca de mí. Durante el café estuvimos bromeando, charlando y riendo en grupo, pero no dejé pasar la ocasión de sacar mis armas de seducción, así que me mostré coqueta, risueña y divertida con todos, pero especialmente con él. Inconscientemente o no, ya había decidido que Eduardo sería mi pareja por esa noche, y no estaba dispuesta a dejarle escapar. Cuando nos sirvieron el cava, y tras los brindis típicos, hice que de manera "casual" mi pierna rozase la suya. Eduardo se giró hacia mí, y entre risas le guiñé un ojo y le saqué la punta de la lengua, mientras le pedía perdón. Al rato nos comunicaron que el baile y la barra libre iban a comenzar en una carpa que estaba montada en el jardín. Cuando salí, la barra estaba llena, así que me quedé en segundo plano esperando a poder pedir. Eduardo otro amigo estaban pidiendo copas para su pandilla. Me vieron, y se acercaron a preguntarme qué quería. Pedí un gin-tonic, que me trajeron enseguida. Les acompañé y estuvimos manteniendo una animada charla, hasta que salieron los novios a abrir el baile con el clásico vals. Bailaron los novios, los padrinos, y paulatinamente se fue llenando la barra. Para entonces, ya casi habíamos terminado las copas, así que Eduardo me quitó la mía, la dejó ...
    ... por ahí, y cogiéndome de la mano me sacó a la pista. La fiesta fue estupenda, la temperatura muy agradable y la compañía magnífica, así que pase toda la velada bailando, riendo, charlando y bebiendo con Eduardo y con sus amigos. Poco a poco los invitados fueron desapareciendo, hasta que sólo quedamos la gente joven. La fiesta se iba acabando, y a pesar de haber sacado todas mis armas seductoras, no había logrado que Eduardo diese el primer paso. Se le veía deseando, pero era de esos tímidos a los que hay que dar un empujón. En cuanto empezaron a sonar las canciones lentas, cogí a Eduardo de la mano y le saqué a la pista. Le eché las manos al cuello, y él se aferró a mi cintura. Poco a poco nuestros cuerpos se fueron pegando, y aunque Eduardo parecía un poco cohibido, no le permití alejarse de mí. Terminé apoyando la cara contra su hombro y pegando la cadera a su cuerpo, y mis pechos a su torso. Mis pezones se fueron endureciendo, y él ya más animado, no sólo sostenía sus manos en mi cintura, sino que iba acariciandome, lenta y suavemente la espalda. Su sexo crecía contra mi vientre, y por la presión pensé que debía alcanzar un tamaño envidiable. El momento era el idóneo, así que me animé a besar suavemente su cuello mientras seguíamos fundidos en el abrazo, prácticamente sin movernos ya al compás de la música, que fue decayendo lentamente hasta apagarse del todo. Al terminar la canción, y sin decir nada, Eduardo me cogió de la mano y me sacó de la pista, llevándome a un rincón ...
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