1. Tan ponedora como gallina culeca


    Fecha: 27/03/2018, Categorías: Voyerismo Sexo Duro Autor: Arandirelatos, Fuente: xHamster

    ... dejado aquel bebé a quien no tenía el gusto de conocer pero que agradecía su existencia.—Así que tienes bebé —dijo Felipe entre sorbos.—Sí —le respondió con una sonrisa ella.—¿Y... es hijo legítimo de Don Justo? —preguntó Felipe con cierta perversidad.—Y a ti qué más te da.—Bueno, sólo pregunto.—No... digamos que otro hombre le hizo el favor —respondió ladina.—O te lo hizo a ti —correspondió Felipe.—De eso nada, Justo es quien quería un varón y él no lo había conseguido así que...—Así que tú...—Sí, le hice el favor de conseguírselo.Ambos sonrieron.—Bueno, tú ya te diste gusto, ¿y yo? Órale, encuérate completo para que nos mamemos nuestras “cosas”.Fue así como Cristina dio pie para que ambos pasaran a formar un 69 perfecto.El chico yacía en cama mientras la hembra, encima de él, le ofrecía la entrepierna a la vez que le comía el falo.«¡Qué jugosa que está!», pensaba Felipe mientras se daba el gusto de su vida.Él la lamía como a una fruta fresca mientras que ella le devoraba la verga con desesperación.—Ya estás empezando a moquear —Cristina le dijo, volteando, aunque sin poder verlo cara a cara.—¿Es cierto lo que dicen? —le preguntó él, minutos más tarde.—¿Qué? —le dijo a su vez.—Que eres tan ponedora como gallina culeca.—Pues tú nomás juzga —le respondió Cristina, al mismo tiempo que le colocaba las nalgas sobre el regazo—. ¿Cómo vez? ¿Se nota que me gusta empollar huevos?Era obvio que la mujer se daba el gusto mostrándose totalmente desinhibida, y eso le encantaba al ...
    ... joven.Ese par de hermosas mejillas, de suaves y delicadas tersuras, reposaban sobre él y Felipe lo disfrutaba. No la había siquiera penetrado y ya se sentía en el edén. Si aquella finca se llamaba Rancho Alegre, en verdad no estaba errado tal nombre.Cuando la mujer se puso en cuatro y luego se empinó de manera por demás “cachorra”, él ya estaba listo para penetrarla, pero...—No me la metas aún... dame unos vergazos en las nalgas —ella demandó.Felipe no pudo oponerse a aquella mujer que le había llevado casi al clímax sin la necesidad del contacto de sus genitales.—Sí —dijo él, y dispuso “manos en la maza”.Fue entonces que el trozo de carne cilíndrica empezó a golpear, no menos que lascivamente, las firmes posaderas femeninas.—¡Más fuerte...! ¡Sí! —gritaba ella, como si aquello verdaderamente la encendiera.—¡Ouf! —exclamó él, haciendo su mejor esfuerzo para que su pedazo fuera lo suficientemente contundente para cachetear los tremendo glóbulos de carne.Cada golpe arrancaba alaridos de la joven propietaria de aquel vergel. Los clamores lujuriosos, de seguro, llegaban más lejos de aquellas paredes que hacían la habitación conyugal, pero ni se dieron por enterados.—¡Así nené¡ ¡Asííí...! ¡Castígame con los latigazos de tu vara! —aullaba Doña Cristina.—Eso... te estoy castigando por ser una mala esposa. Una mujer infiel —le dijo Felipe.Aquello era tan excitante para ambos que Felipe, sin dejar de azotar a la patrona, escupió su leche que se esparció sin control. Las nalgas de ella se ...
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