1. Mini súper


    Fecha: 07/04/2018, Categorías: No Consentido Anal Autor: Mamaceando, Fuente: CuentoRelatos

    Durante mucho tiempo mi vida ha sido monótona, heredé de mis padres una tienda, que a su vez heredaron de mis abuelos. Y con los años se fue ampliando y mejorando. En fin, de unos meses a la fecha al hacer mi inventario noté la falta de algunos productos. De manera constante. Así que decidí. Primero contratar a alguien para que me ayudara y segundo, colocar cámaras de seguridad. Así que Karen, la hija de mi vecina quien a pesar de tener un hijo seguía viviendo con su madre, tomó el trabajo sin dudar ni un segundo. Aunque la paga es poca. Pero lo que realmente me mantenía ocupado era saber quiénes me estaban robando. Así que en el fondo de la bodega improvise una pequeña oficina para monitorear los pasillos de la tienda. Y aunque pasaron un par de semanas sin encontrar nada en absoluto, mi rutina se convirtió en mirar una y otra vez la caja, no porque sospechara de Karen, fue porque al pasar de los días descubrí que la imagen que tenía de ella, estaba equivocada. Para empezar, la niña que recordaba de toda la vida ya no existía, incluso revise la solicitud de empleo que le pedí para darle el trabajo. 22 años, 1.60 cm. de estatura, 62 kg. Su cara y color de piel son exactamente iguales a las de su mamá, blanca y delgada. Pero, Karen no tenía los pechos enormes de su madre, en cambio un trasero redondo y grande. Le pedí que se arreglara más, por presentación. Aunque lo que en realidad buscaba era hacer más entretenidas mis sesiones de auto satisfacción. Un día, ya preparado ...
    ... con los pantalones hasta las rodillas y el pene en la mano, enfoque la caja y en el fondo del pasillo pude ver a una muchachita con uniforme que se guardaba un paquete de cigarros entre la falda. Olvide a Karen por un momento y me concentré en esta chica, tomó un par de barras de chocolate y unas tarjetas de prepago. Me levante de golpe, subí mis pantalones y fui directo a ella. Al llegar, la tome del brazo y por instinto la lleve hasta mi oficina improvisada. —¡Déjeme! ¿QUÉ LE PASA? —no dije ni una palabra hasta cerrar la puerta con seguro. —Muy bien, levántate la falda. —¡Está loco! —No, no estoy loco y te vi robando —se arrinconó en el fondo negando con la cabeza y las lágrimas le comenzaban a escurrir por las mejillas. —Yo no robe nada… —¿Y los cigarros que te guardaste? De pronto se quedó en silencio y metió la mano bajo su falda, sacó el paquete de cigarros y entre sus piernas rodaron unos lentes para sol aun con etiquetas. —¿Sabes que les pasa a los menores infractores? —Soy mayor… —¿Como que mayor? —…acabó de cumplir la mayoría de edad, tengo 18 años… —Peor aún, llamaré a la policía. —su cara se llenó de un horror indescriptible. —No, no no no por favor. Se lo ruego, le devuelvo todo. Pero no llame a nadie perdón! La chica estaba de rodillas rogándome entre lágrimas por el perdón. Pero no estaba dispuesto a tolera más pérdidas en la tienda. —Entonces llamaré a tus padres. —No por favor, hago lo que quiera. Se lo ruego. Levantó la mano y la llevo hasta mi pantalón. —¿Lo ...
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