1. Velada con epílogo singular


    Fecha: 09/04/2018, Categorías: Infidelidad Autor: jgiglia, Fuente: CuentoRelatos

    Miriam le puso todos los sentidos y empeño en deleitarme y deleitarse, suspiros, gemidos movimientos de pelvis acompasados con cada entrada de mi miembro hasta que yo no pude dilatar el epílogo, y la inundé con abundante spray de semen. Su orgasmo me lo gritó a plena voz. No existía riesgo de consecuencias ulteriores: ella transitaba el segundo mes de embarazo. Recuperado el sosiego, caí en cuenta de lo singular de la situación: En la cama en la que, algo más de 36 años antes, mi madre y mi padre me concibieron, estaba con una compañera de la infancia, la cual, participaba de un “partido”, de dos, jugado con un bate dos pelotas y dos hoyos, resentida con el marido que había viajado, para presenciar como 11 muchachos de su equipo le disputaban una pelota a 11 rivales. Transcurridos casi quince años, de la última visita, regresé a mi ciudad natal. Me alojé en la casa paterna, momentáneamente desocupada. Algunos de los antiguos amigos y amigas del barrio y escuelas, organizaron una cena para “repasar juntos recuerdos de juventud”, algunos participaron con sus parejas, otros solos, Miriam era una de estos últimos. Ella es una muy bonita mujer, de estatura arriba de los 1,70 m, cuerpo con todo armonioso y en su justa medida, facciones agraciadas, ojos color caramelo y cabello rubio largo atado a modo de cola de caballo. Sin embargo, al ofrecerle llevarla de regreso a su casa - puesto que el día siguiente era laborable, la muestra de afecto para conmigo, finalizó temprano- estaba ...
    ... lejos de imaginar que terminaríamos en la vieja cama matrimonial de mis padres. A poco de andar en el auto, en parte por lógica curiosidad, también por cortesía y buen modo: -¡Cuánto tiempo que nos conocemos, Miriam!! Contame de vos ¿Cómo estás?- No demoró en salir a relucir su resentimiento con el esposo. Según ella, no la contenía, se ausentaba, por el futbol, por los amigotes, etc. y la dejaba, con frecuencia, sola con su hijita Martina, inclusive ahora que estaba embarazada. Aparecieron las lágrimas y las disculpas: -Perdoname Juan. Te estoy arruinando la noche – Detuve el auto a la penumbra de un árbol y atiné secarle los ojos con un pañuelo descartable. Ella me puso los brazos alrededor del cuello, como agradeciendo con un abrazo. Le repliqué rozando mis labios en su mejilla y, al ver tan cerca su cuello desnudo, no resistí la tentación de besarlo dos o tres veces. El empacho, turbación y vergüenza iniciales quedaron, en pocos minutos y sin casi mediar palabras, sepultados por besos y caricias de apetito inmoderado. -¿Vamos a mi casa?- le susurré al oído. No respondió, sacó su celular de la cartera, discó y: -Soy yo. ¿Podes cuidar a Martina hasta más tarde? – ------- -Voy a demorarme… con un amigo – ------- -Con Juan… que se yo, un par de horas... ¿podes o no podes?- La hermana podía. Urgidos por la refriega, de manos y bocas, de minutos antes en el auto, pasamos, sin escalas, al dormitorio. Nos fuimos desvistiendo lentamente, intercalando besos y manoseo apasionados. Ya ...
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