1. ELLA BAILABA SOLA


    Fecha: 22/09/2017, Categorías: Lesbianas Autor: dulces.placeres, Fuente: SexoSinTabues

    ELLA BAILABA SOLA Esa noche fui a bailar como acostumbraba hacerlo, me encanta la música, me encanta bailar, estaba sin compromisos y tampoco los buscaba. Recuerdo que hacía mucho frío, pleno invierno. El taxi me dejó a una cuadra y ya al acercarme se sentía el ruido acompasado de la música, que me hacía hervir la sangre. Una vez adentro, al pasar los minutos había olvidado el frío exterior, y me divertí por ahí como me gustaba hacerlo, disfrutando el correr de la noche, sin prisa, sin pausa. Hice un intervalo para descansar un poco, fui a la barra, pedí un trago y mientras bebía encendí un cigarrillo mirando el entorno, la gente agolpada en el lugar, la música sonando a alto volumen y las siluetas dibujándose por la luz entrecortada galopando al ritmo del sonido. Mi mirada viajaba indiferente por las personas del lugar, pero de repente mis ojos se posaron en alguien en especial y ya no pude sacar los ojos de ella. Una joven bailaba ajena a todo, a un costado, como si estuviera sola en el lugar, me atrapó de tal forma que yo también me aislé, parecía estar sin compañía, solo tuve ojos para ella. Sus movimientos eran muy sensuales, una rubia de hermosos bucles, alta, enfundada en un ajustado vestido rojo que llegaba casi a sus tobillos, exageradamente ajustado, con un discreto escote, con un insinuante tajo sobre su pierna izquierda. La tela se adhería a su perfecta silueta, dibujando dos hermosos pechos, afinando su estrecha cintura y acentuando un impactante trasero, de ...
    ... generosas caderas. Me llamaba la atención la cantidad de hombres que se acercaban a tratar de conquistarla inventando las más locas piruetas, pero uno a uno parecían ser rechazados, ignorados, siguiendo su camino. Mi cigarrillo se había consumido, tomé el último trago y decidí darme una oportunidad, caminé hacia ella y me puse a la par, no dije palabra solo comencé a bailar a su lado, siguiéndole el ritmo, era muy bonita, un tridente tatuado en su cuello y un aro pequeño atravesando su nariz llamaron mi atención. Los primeros minutos no tuve respuesta, pero al tiempo sus tiernos ojos verdes se posaron en los míos, una sonrisa cómplice me dio un luz de esperanza. Intercambiamos algunas palabras, no muchas, no hablaba mucho, yo tampoco, nos adivinamos nuestros nombres, Nadia me pareció un nombre encantador. Las cinco de la mañana nos sorprendió bailando todavía, le comenté que el cansancio me estaba ganando, me contestó que a ella también, que ya no aguantaba los tacos de sus zapatos. La situación parecía jugada, la estaba conquistando, acordamos ir a un lugar más tranquilo, retiramos los abrigos y salimos, la nieve nos sorprendió, fuimos hasta su coche y de ahí derecho a mi casa. La invité a pasar, no tenía nada que perder, cuando ella aceptó supe que la trampa se cerraba. Rápidamente encendí el fuego, y corrí los cortinados del ventanal, solo se oía el crepitar de los leños, solo veíamos la nieve caer a través de los vidrios, en la oscuridad de la fría noche, solo la luz del ...
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