1. De nuevo, mi vecina


    Fecha: 03/05/2018, Categorías: Confesiones Autor: tartuf, Fuente: CuentoRelatos

    Esta tarde hacía un calor irresistible cuando salía de mi casa, para dirigirme a la oficina. Ha sido en el jardín interior donde la he visto. Venía hacia mí, cargada con unas bolsas de compra y unas gafas que cubrían sus ojos. No recordaba que llevara gafas. En su cara se ha ido dibujando un brillo especial y con una sonrisa dibujada, ha empezado a hablarme cuando se encontraba aún a unos metros de mí -“Ya sabemos que hace calor, pero… ¿dónde vas tan serio?”. Era ella, la mujer que hace un tiempo me había invitado a subir a su casa, vestida con aquella faldita de colegiala, la misma que su hija llevaba cada día para ir al colegio… -“Pues mira, al trabajo. Pensaba en ir a jugar un rato a la pelota vasca… pero tengo el tiempo limitado”. Su risa, mezclada con nerviosismo me hizo pensar rápidamente. -“Y tú, ¿a dónde vas?”- -“A mi casa. He ido a comprar un poco, aprovechando que hoy los niños están fuera, en casa de mi hermana y de que mi marido no vendrá en toda la semana. Pero he escogido un mal horario, ahora es cuando más aprieta el calor y estoy toda sudada”. No había tiempo para vacilaciones. Su respuesta había sido muy explícita y tenía que probarlo. -“Dame unas bolsas que te ayudo a subirlas antes de irme al trabajo”. -“Pues mira, me haces un favor…”. Nos dirigimos a su portal, al lado del mío, y esperé que abriese la puerta para ir hacia el ascensor. Hablaba de cosas banales, sin mucho sentido. Nerviosa. Mientras yo intentaba controlar ese ímpetu que me estaba invadiendo. ...
    ... Cuando se cerraron las puertas del ascensor, dejé rápidamente las dos bolsas en el suelo y la empujé contra el espejo. -“Creo que sí que me apetece hacerte ese favor…”. Llevaba unos pantalones de esos anchos, que no dibujan la figura, pero que se sujetan con una goma en la cintura, y mis manos se han apresurado a palpar sus nalgas, mientras de su boca se escapa un gemido, entreabriendo sus labios y apoyando su mejilla contra el espejo. Las dos bolsas que ella llevaba, se desprendieron de sus dedos y cayeron al suelo, esparciéndose todo lo que contenían. -“Estoy sudada...”- se atrevió a murmurar entre suspiros. -“Y mojada”- le susurré al oído mientras mis dedos hábiles se abrían camino por debajo de su pantalón, para, apartar ligeramente el hilillo de su tanga, y hurgar en su interior. -“Cabrón, como me pones”. -“Y tu a mí, puta”. El ascensor había ya llegado al cuarto piso, y se detuvo. Ella se agachó a recoger toda la compra derramada, doblando sus rodillas, y yo me he apresurado a bajarme la cremallera para sacarme el miembro y ofrecérselo a su cara -“Toma, chupa, lame, como sabes hacer, como me gusta”. Han sido solo unos segundos, porque el ascensor volvía a cerrarse y había que bajar de él, pero he sentido su lengua recorrer todo aquel camino que me ha permitido soltar un seguido de improperios lascivos. Apenas entrados en su piso, las bolsas han vuelto a caer por el suelo y mis brazos han agarrado su cintura para levantarla en volandas y sentarla encima del mármol de la ...
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