1. Resultado de un deseo


    Fecha: 02/09/2017, Categorías: Masturbación Tabú Autor: EvaManiac, Fuente: xHamster

    Resultado de un deseoHacía tiempo que le venía transmitiendo a Berto, mi actual novio, el anhelo de “instalarme” un piercing en el clítoris. Él no acababa de entender mi insistencia, pero yo lo tenía claro. Además (entre nosotros), Berto no era un hombre muy aplicado en la cama y, muchas veces, me veía en la obligación de sucumbir sistemáticamente a mi propia lujuria a través de la masturbación en privado. Más de una amiga comentó los placeres que ofrece un intruso clavado a flor de piel, golpeando tus zonas más sensibles en los momentos clave del éxtasis. El piercing vertical era una de las alternativas que había estudiado más seriamente, ya que es la más frecuente, y es bien sabido que ofrece una gran estimulación de la zona durante la masturbación y practicando el coito. Sin embargo, antes de realizar esta perforación debía consultar seriamente con un profesional, dado que no todos los chochitos pueden ser fresados con la misma facilidad.De forma furtiva consultaba, casi a diario, páginas web de centros especializados que ofrecieran garantías higiénicas y sanitarias y, cuando localicé uno cerca de casa, esa misma noche le expliqué a Berto mis intenciones más inmediatas. Lejos de sentirse incómodo o de reprochar mi vehemencia me ofreció, incluso, regalarme la intervención por mi futuro cumpleaños. Salté de alegría en la cama, nos abrazamos e hicimos el amor. Lamentablemente, sin más pasión que otras veces. Al chico le costaba aguantar dentro de mí, enseguida se corría en el ...
    ... condón y yo casi no disfrutaba de sus polvos. He de confesar que, aunque Berto era una persona maravillosa, sexualmente se convirtió en una de mis frustraciones secretas más enigmáticas.El sábado habíamos concertado una cita con el centro que, además de piercings, realizada tatuajes y ofrecía operaciones de estética bajo una estricta profesionalidad. Se trataba, por lo tanto, de un lugar muy prestigioso de la Ciudad Condal. Aquella mañana me aseguré de ir bien limpita y depilada ahí abajo, así como de llevar ropa interior nada provocadora o muy poco sexy. Al llegar nos hicieron esperar en una sala destinada estrictamente a instalaciones de piercings. La clínica era grande, e imagino que cada especialidad tenía su propia zona de espera. Berto parecía más nervioso que yo, y titubeaba mientras alucinaba con la habitación que ahora nos acogía. Al rato apareció un tipo totalmente calvo, de unos 40 años, corpulento y fuerte, con una bata verde hasta las rodillas y unos guantes de látex que sobresalían de su bolsillo. Nos sacó un expositor y mostró todos los modelos de pendientes coñiles. Hice mi selección tras explicarle lo que quería exactamente, y el profesional le pidió a Berto que esperara ahí mientras a mí me invitaba a una sala anexa. No era habitual aceptar mirones, básicamente para mantener unas garantías asépticas mínimas.Al entrar en la sala contigua, el enfermero cerró bien la puerta y encendió las luces de trabajo que enfocaban, directamente, sobre una especie de silla ...
«1234...»