1. El negro Luis


    Fecha: 16/05/2018, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Hacia un calor sofocante, la humedad hacia irrespirable el poco aire que corría, los ventiladores en vez de aliviar lo único que hacían era sofocar mas ese calor infernal que en esta isla del caribe olvidada de todos padecíamos, No sabia como colocarme, decidí tomar una ducha de agua fría y volver a tumbarme desnudo en la hamaca que colgaba en el balcón de mi habitación. Para ser europeo soportaba bastante bien estos calores pero había épocas que debido a las lluvias me era irrespirable el ambiente y lo llevaba mas mal que bien. Estando tumbado abanicándome empecé a escuchar gritos, un ruidoso llanto venia de la parte inferior de la casa, Bartolo el negro que me cuidaba gritaba como poseído por el diablo y Anaís la mujer de este tenia un berrinche imposible de soportar. Tal como me encontraba dí un brinco y abriendo la puerta del cuarto pregunte que estaba ocurriendo. Señor, señor ha muerto la mamá de Anaís,¡ ay que pena mas grande la mamita ha muerto!. En medio del patio de la casa se encontraba un chico de color bastante alto de aspecto quejumbroso que debía ser el emisario que trajo la fatal noticia a mis queridos Bartolo y Anaís que rotos de dolor gritaban y lloraban sin consuelo. Me puse una bata y medio desnudo como me encontraba decidí bajar a dar un poco de alivio a aquellas dos almas en pena, Anaís se me abrazo inundándome en su mar de lagrimas, Bartolo el pobre estaba impotente ante aquella trágica noticia que sumía a su esposa en el dolor, le acaricié el hombro y ...
    ... así estuvimos un momento hasta que se calmaron un poco. Conseguí organizarlos para que de inmediato fuesen a la casa de la mamá de mi negra querida Anaís y la velaran con todo sus merecimientos, di a Bartolo una buena cantidad de dinero para que pudiera afrontar los gastos que se ocasionasen y los envié para allá en un coche que vino de la fabrica. El joven que vino a avisarlos era un vecino de la difunta, era un negro bastante bello de considerable altura y una complexión atlética, sus enormes ojos negros se habían clavado en mi persona y con una mirada curiosa escrutaba todo mi cuerpo, pues con los nervios de la ocasión, no había caído en que estaba enseñando todas mis partes pues mi bata no la había anudado. Decidieron que el chico que vino de emisario se quedaría en casa para acompañarme mas tarde hasta casa de la finada y así tenía tiempo de ordenar mis cosas y vestirme. Una vez que partieron mis queridos asistentes hacia su casa, miré al joven y le pregunté sonriéndole como se llamaba, respondió amablemente su nombre, me llamo Luis señor, para servirle. ¿Deseas tomar algún refresco? Hace un calor insoportable e imagino que te has dado una buena caminata. Luis me acompañó hasta la cocina y abriendo el refrigerador le ofrecí un refresco que acepto encantado, se veía que tenía esa sed propia de los calores del trópico. Me contó que su madre era muy amiga de la señora Amalia la mamá de Anaís y que viendo que la mujer murió súbitamente le pidió que viniese a avisar a su hija, ...
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