1. g) Davy evoluciona


    Fecha: 25/09/2017, Categorías: Gays Autor: Albany, Fuente: CuentoRelatos

    ... pequeño juguetón, bola de algodón, tirando con los dientes de las orejas del otro. Juan estaba en la puerta y me reconoció. -El señor tiene una visita, creo que se marchará pronto. -me llevó por el mismo ancho pasillo de aquella vez, antes de llegar al salón donde conocí a Davy se ensanchaba un poco más y tenían dos bonitos asientos decorados en papel de oro pegados a la pared. -Si lo desea puede esperar en el jardín interior o en las terrazas. -Juan resultaba servicial, amable y encantador dentro de su seriedad. -Esperaré aquí, ¡gracias! -me quité una pequeña mochila que llevaba y me dejé la chaqueta, aquí el frío triunfaba comparando con la calle. Habían pasado cinco minutos y miraba el largo pasillo con cuadros de tamaño pequeño, alguno parecía antiguo y me iba a levantar para ver el detalle del más próximo cuando se abrió la puerta del salón. Salió un chico más alto que yo, rubio de pelo largo y con caracoles, avanzó rápido con aire de enfado y pasó rápidamente a mi lado. Fue un instante el que tuve para fijarme y su cara me resultó conocida, como si le hubiera visto en alguna parte. Todo fue muy rápido y no se detuvo hasta llegar donde Juan le esperaba como si supiera que el hombre salía en ese momento. Había dejado la puerta entreabierta y Juan hablaba con el hombre aquel, cogí la mochila del asiento y llegue a la puerta para llamar, en su lugar entré al ver la figura de Davy en pie. Sí, estaba sosteniéndose sobre sus piernas enfundadas en un pantalón corto hasta la ...
    ... rodilla, apoyando los nudillos de las manos en un lateral del piano y los hombros encogidos. Seguía allí la silla de ruedas a un costado y sobre la silla dos muletas de aluminio. Notó mi presencia antes de que hablara, seguramente percibiría el olor de mi colonia y sin volverse cogió las muletas, dio la vuelta al piano y se sentó, ahora no en la silla de ruedas, habían vuelto a colocar un banco alargado y acolchado que, la otra vez, aparecía apartado, para que se sentara el interprete. -He entrado sin avisar, lo siento. -ocultaba los ojos verdes tras una línea que formaban sus oblicuos ojos. -No te disculpes ojos de cielo, trae una silla y siéntate, o mejor nos vamos al sol de la terraza. -Volvió a ponerse de pié y se apoyó en las muletas para comenzar a andar, le seguí por el camino que conocía, ahora lo hacía más despacio que con la silla, apoyando con cuidado los pies para avanzar. Atravesamos el jardín interior y pude ver lo grande que era, con caminos entre los distintos grupos de jardineras y la pirámide de cristal que lo cubría del agua de lluvia, altísima y que tenía que verse desde la calle al alejarte de la casa. En lugar de sentarse en una de las mesas como la otra vez, escogió una hamaca de columpio que miraba hacia la casa, tomó asiento y comenzó un leve movimiento columpiándose. -Ven, siéntate a mi lado. -había espacio de sobra para tres personas y tomé asiento un poco alejado. -¿Tú también me tienes miedo? Acércate un poco. -cuando estuve más cerca elevó la mano y ...
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