1. ¡Mi hermana, mi mujer, uf! - Epílogo a cargo de Ana


    Fecha: 18/05/2018, Categorías: Incesto Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    Tan pronto Dani acabó en mis entrañas se desplomó sobre mí, agotado: Le recibí amorosamente entre mis senos, acariciando suavemente su cabeza... Todo él olía a sudor, a sexo; seguro que ese olor era en sí nauseabundo, pero para mí embriagador. Él al momento se durmió, yo no: En mi cerebro bullía todo el tropel de sensaciones que los últimos acontecimientos habían desatado. Cuando él iba a penetrarme un mar de confusiones me tenían ofuscada. Creo que una parte de mí lo deseaba pero otra lo rechazaba con vigor. Pero cuando le sentí dentro de mí, cuando su carne y mi carne se unieron en una sola, un universo de sensaciones, sentimientos, estalló dentro de mí. La muralla que con tanto empeño levantara en mi cerebro durante años, negándome a mí misma el amor que desde adolescente sentía por mi hermano, se derrumbó poniendo ante mí la dulce realidad que antes me negara a admitir. Deseaba a mi hermano, le deseaba con ansiedad, pero no como una vulgar hembra en celo que busca al macho de su especie, sino como una mujer enamorada de un hombre, mi hermano, al que ahora sé que amo desde niña y desde niña deseo ser suya, su mujer. Y con mi amor realizado y satisfecho me encontré relajada y feliz. Durante un tiempo me mantuve quieta, sin moverme para no despertar a Dani que a mi lado dormía plácidamente. Le miré arrobada. Estaba distendido, tranquilo y le vi feliz, con el rostro iluminado por una sonrisa. Al rato empecé a besar sus mejillas, ojos, cuello, orejas. Besos tiernos, dulces, ...
    ... pero leves para no despertarle. Más yo quería llegar más lejos, besar todo su cuerpo y en la posición que mantenía me era difícil; así que traté de deslizarme hacia mi izquierda. El, que estaba algo vencido a mi derecha, al moverme acabó de caer hacia ese lado, pero de modo que quedó boca arriba. Así estaba más a mi disposición. Me incorporé apoyada en el codo y con la mejilla en la palma de la mano, mirándole, admirando la varonil belleza de su rostro, esa sonrisa suya que tanto me cautiva, su torso que sin ser de atleta es amplio y firme, la estrecha cintura, las largas piernas. Estaba casi desnudo, con pantalones y calzoncillo bajados hasta más allá de las rodillas y la camisa abierta. Su virilidad descansando sobre el bajo vientre, ya morcillona. Me incliné sobre él y besé su boca levemente, casi rozando sus labios; besé su cuello, su pecho, su vientre... hasta alcanzar el pene que besé y acaricié con lengua y manos. Entonces, sin pensármelo mucho, me despojé de la poca ropa que aún tenía, en especial lo que quedaba de mis bragas, y me encaramé encima de él, pero sin que mi cuerpo descanse sobre el suyo, manteniéndome en vilo con brazos y rodillas. Con lentitud fui bajando sobre él hasta rozar su pene con mi vagina; entonces me froté en su hombría suavemente, sin despertarle. Volví a subir por su cuerpo buscando la boca, entreabierta por la sonrisa que adornaba el rostro. Pero ahora no me conformé con besarle, sino que introduje la lengua por la exigua oquedad que sus ...
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