1. Natalia: Los cinco sentidos


    Fecha: 22/05/2018, Categorías: Erotismo y amor Autor: a_relatos, Fuente: RelatosEróticos

    La calidez del apartamento le sorprendió al entrar. Velas encendidas donde nunca las había, olor a chocolate y especias, ambiente de inquietante misterio. Cuando percibía que no estaba en su orden normal, él se temía que aquello formase parte de uno de los juegos eróticos con los que ella le sorprendía. Cualquier ocurrencia con la que sorprenderle, ponerle a prueba, provocarle. Sobre la mesa de la cocina Natalia yacía desnuda, con pequeños trozos de futas diseminados a lo largo de su cuerpo. Mil colores de piña, sandía, uva, melocotón adornaban la piel mientras reía al verle atónito contemplando aquel espectáculo de colorido y sensualidad. Le gustaba sentir sus labios acariciándole el vientre al sorber los trozos verdes de kiwi, excitarse con el contacto de la lengua lamiendo el zumo de los triángulos de mandarina. Disfrutaba de la experiencia de su boca recorriendo todos los rincones, estremecerse percibiendo el aliento quemándole al explorarla con detenimiento. A él le fascinaba experimentar la mezcla de sabores de las frutas con cada parte del cuerpo de Natalia. La acidez de las fresas con el aroma de su vientre, la suavidad del aguacate alrededor de sus pezones, la textura de la manzana con la tibieza de los muslos, la dulzura de la naranja con la calidez del sexo. Se recreaba apreciando cada mezcla única, improvisada. Aquellas frutas sabían a ella, el regusto dulce se asemejaba al sabor de sus orgasmos, el frescor de las cerezas era casi como el aroma de su piel. ...
    ... Mientras él la degustaba, sentía suspiros de placer, sus gemidos al apurar con la lengua el zumo de uva entre las piernas. En los juegos eróticos solía concentrarse uno solo de los sentidos, pues creía que utilizando todos a la vez se perdía la verdadera y profunda experiencia de cada uno de ellos. Así ideaba sesiones como aquella u otras como experiencias dedicadas al olfato o al oído. En ocasiones le gustaba atarlo a una silla y, tapándole los ojos, excitarlo con sonidos.Se paseaba a su alrededor acariciándose, suspirándole al oído, despertándole una incontrolable imaginación, inmovilizado y en la oscuridad. Escuchaba expectante sus manos deslizándose por la piel, el chasquido de su boca al lamer los dedos, los gemidos al excitarse viéndolo amordazado ahogándose en su propio deseo, el sonido de las caricias al masturbarse al alcance de su boca. Sin tocarle, sin hablarle. Apreciaba al detalle cada uno de los sonidos, que eran más que suficientes para arrastrarlo a un delirio de placer, a la máxima excitación sin necesidad de recurrir a ninguno de los otros sentidos. Los gemidos de ella lo arrebataban, el suave sonido de las manos recorriendo su piel le apasionaba. Pero en otras ocasiones se concentraba en disfrutar del olfato. El tierno e irresistible olor impregnaba su ropa, la estancia y toda la casa a su paso, dejando un rastro de un perfume inconfundible. En ocasiones le vendaba los ojos para acercarle una a una sus prendas de lencería, que a él le hacían estremecerse de deseo. ...
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