1. El tragasables


    Fecha: 22/06/2018, Categorías: Gays Autor: pepinero49, Fuente: xHamster

    Tengo una profesión extraña, lo confieso: trabajo en un circo, soy tragasables; la mía es la tercera generación familiar, y soy muy bueno en mi (ciertamente) rara actividad. Tengo 18 años y soy gay. No es que tenga mucha experiencia, pero me he podido comer ya bastantes carajos. Sin embargo, siempre había deseado utilizar mis habilidades como tragasables en mi faceta de chupador de pollas. Pero hasta ahora los nabos que me había comido habían sido, como máximo, de 18 centímetros; poca cosa, si se comprende que me meto en la boca espadas que miden hasta 50 centímetros.Pero mira por donde hace poco pude por fin combinar mi condición de gay con la de tragasables. Estaba en la sesión de mi número en el circo cuando, de repente, me di cuenta de que en primera fila había sentado un chico negro, como de 25 años, que presentaba un bulto portentoso entre las piernas. Y lo curioso es que llevaba un pantalón muy holgado, casi un bombacho, no era de estos ajustados que marcan el paquete a cualquiera. Así que, si con un bombacho, mostraba una superficie turgente de tal magnitud, ¿qué es lo que atesoraría aquel chico entre las ingles?Como en mi número siempre pido a alguien del público que me ayude para que compruebe que son espadas afiladas las que me trago y me ayude a metérmelas (las espadas, se entiende...) en la boca, decidí que aquel negro (guapísimo, por lo demás) iba a ser mi ayudante. Le pedí que saliera, y pareció sorprenderse un poco. Accedió, y pronto debió darse cuenta de que ...
    ... le miraba el paquetón más de lo normal, porque sonrió pícaramente.Me coloqué en mi lugar, tras demostrar con su concurso que no había trampa ni cartón en las espadas, y le indiqué cómo tenía que meterme... la espada. Me puse mirando hacia arriba, como debe hacerse, con la boca y la garganta totalmente despejada, formando una línea recta, pero mis ojos se me iban a aquel bulto monstruoso. El hombre me ayudó con mucho tino y la espada, poco a poco, fue sepultada dentro de mi cuerpo. Aquel día me la introduje hasta la mismísima empuñadura, aunque normalmente no llegamos a tanto; quería impresionar a mi ayudante.Creo que lo conseguí, porque vi su cara sorprendida y fascinada. Claro que sería demasiada suerte que le gustaran los hombres. Mientras el chico miraba fascinado la empuñadura, yo aproveché para rozar su paquete con mi hombro, que lo tenía muy cerca; sentí algo blando pero a la vez poderoso, como un toro dormido esperando despertarse. El hombre no pareció darse cuenta, o al menos no dijo nada.Terminó el número y fui muy aplaudido. El negro se sentó en su sitio. Me fijé que iba solo. Me metí rodeado de aplausos entre bambalinas y fui a ducharme a mi caravana. Estaba aún dentro de la ducha cuando hoy unos golpes en la puerta; no sé cómo me enteré, con el ruido del agua. Creo que en el fondo estaba alerta, pendiente de aquella llamada. Me puse una pequeña toalla alrededor de la cintura y salí a abrir; era él, el chico negro. Me dijo que le había gustado mucho el espectáculo ...
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