1. Mi suegro me hizo su esclava (II)


    Fecha: 22/06/2018, Categorías: Dominación No Consentido Autor: noeliamarrana, Fuente: CuentoRelatos

    ... mmmmfffff!”, y peor fue cuando empezó la penetración; mi culo estaba molido por los golpes con el cinturón y el dolor era aún más inmenso que el que había sentido las ocasiones anteriores en que el infeliz me había violado por el ano. Mi suegro me penetró de manera salvaje, con fuerza, metió su miembro hasta el fondo de mi adolorido y ensangrentado ano, haciéndome chillar del tremendo dolor y ardor que me hizo sentir; mientras lo hacía, me dijo: “¡no te quejes puta marrana, tú te lo has ganado, a ver si así aprendes a controlarte!”. Afortunadamente fue poco el tiempo que duró, al hacerlo rápido, en unos cuantos minutos el viejo se vino dentro de mi culo, haciéndome sentir de nuevo la humillación de que su semen entrara en mí; pero el dolor que me hizo sentir fue cien veces mayor que antes. Luego Don José empezó a desatarme los pies y las manos; cortó la cinta que me amordazaba y mientras lo hacía me dijo: “me das asco cerda; quiero que te metas a bañar para que te quites el asqueroso olor a orines que tienes, puta, y cuando salgas vas a lavar toda la ropa de cama que ensuciaste con tus asquerosidades, no te voy a permitir que mancilles así la cama de mi hijo, ¿entendiste puerca?”. Anonadada por las palabras de mi suegro, solo atiné a mover la cabeza en modo afirmativo; no me atreví a decirle lo que estaba pensando: ¿cómo me decía que había “mancillado” la cama de su hijo, si ahí mismo era donde el me violaba repetidamente?, ¿por qué si yo le daba asco volvió a penetrarme?, ...
    ... ¿Por qué me había castigado si el culpable de que me orinara realmente había sido él al dejarme sola y atada y largarse? Pero como siempre, mis pensamientos eran lo que menos importaba en ese lugar y menos con mi suegro, que se sentía mi dueño, y en cierta forma, lo era. No me quedó más que obedecer, me metí a bañar con todo el dolor que sentía; me era casi imposible pasarme la suave esponja por mis adoloridas nalgas que habían sangrado por el castigo; como pude me bañé y salí en sandalias y envuelta en una toalla. Mi suegro seguía en mi recamara y le pedí que se saliera para vestirme; él se rio y me dijo: “no seas estúpida, si ya te ha visto todo y hemos hecho de todo, ¿para qué quieres que me salga?”; estaba yo por contestarle, pero no me dejó, continuó hablando: “además, no quiero que te vistas, vas a lavar la ropa de cama desnuda”; “¿quéeeee?”, repelé, “¿está loco?, ¡claro que no lo haré!”. Entonces a Don José se le puso muy roja la cara, se levantó de un salto de la cama y con una agilidad no muy normal para alguien de su edad, llegó hasta mí y con su mano derecha me tomó el cuello, me empujó hasta la pared y levantándome hasta su altura me gritó: “¡Con una chingada, pinche puta de mierda; entiende que aquí el que manda soy yo, no puedes contradecirme ni negarme nada, puta infeliz!”. Su mirada encendida y la fuerza desmedida con la que me sostenía el cuello me dio miedo; mis pies no tocaban el suelo y ya sentía que me ahorcaba y con ambas manos intenté quitar la suya de mi ...
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