1. Las mellisas (Una historia real, un poco novelada por mi)


    Fecha: 29/09/2017, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    Yo estaba enloquecido, le sujetaba con fuerza sus muslos, que a golpes de pubis y caderas, parecían querer soltarse de mi permanente lamer y succionar su clítoris, sus gritos de placer llenaban la habitación, la enorme cantidad de sus fluidos, me extasiaba al paroxismo, la locura del sabor y del placer. Lentamente dejó de menearse y de gritar, un aumento del fluido de su vulva, me lleno la boca y su sabor era maravilloso, me deleité lamiendo hasta la última gota, buscando con la lengua hasta en el interior de su vagina, los últimos residuos de ese nectar de los dioses y ahora mio. Esta larga hisotria comenzó una tarde de verano, estabamos solos en casa mi madre y yo a la fecha con 17 años. Me fui a la piscina, con una tohalla, protector solar y puesto mi bañador de waterpolo, que es bastante ceñido, lo que me permitía cubrir con aceite la mayor parte del cuerpo. Cuando me tendía en el cesped para asolearme, llegó Cinthia mi madre, también con un bañador de dos piezas y bién ceñido, se marcaban muy bién sus pezones y solo una linea más blanca mostraba en su vientre plano la cicatriz de la cesarea, por donde vine al mundo, preguntó de inmediato – ¿Ya probaste el agua? – La observé de pies a cabeza, pensando en las frases de mi amigos y compañeros de natación, de que estaba muy buena, que si era mi hermana, que si me la follaba, etc. etc. Y me di cuenta que si, que era una mujer muy bién hecha y que mi padre había tenido mucha suerte, con ese pedazo de hembra, le dije – Pues ...
    ... aún no me mojo, acabo de llegar – Preguntó – ¿Te pusiste crema en la espalda? – Dije – Pues no, no resulta fácil – Me sonrió diciendo – Pues nada, ven acá que yo te aplico la crema – Me puse de panza y le dije – Pues luego te aplico yo y así, ambos quedamos protejidos – Sin responder, se puso un poco de crema en las manos y comenzó a deslizar sus manos por mi espalda, sin querer tensé los músculos, ella me pidió – Tranquilo ¿Lo hago muy brusco? – Le respondí de inmediato – No para nada, es que tienes las manos muy suaves y es una delicia sentirlas en la espalda – No respondió, pero la cabo de unos minutos me dijo – Vale ya estás listo, es tu turno – Me arrodillé mientras ella se ponía de panza, sentí un pinchazo en la polla, cuando vi su culo respingón, de gluteos redondos, un monumento vivo al culo, pensé. Le puse en la espalda demorándome mucho cuando llegaba al comienzo de sus gluteos, con pesar le dije – Pues ya, tienes toda la espalda lista – Levantó la cabeza preguntando tiernamente – ¿Y las piernas, el cuello, los brazos y todo lo demás – Me quedé de piedra, porque me gustó eso de lo demás. Pero sin decir palabras, comencé el cuello, los hombros y los brazos, luego bajé a sus piernas y comencé por los pies, los tobillos, las pantorrillas, los muslos y entonces me atrreví y le comencé a poner crema en el interior de sus muslos, en varias oportunidades, llegué hasta su entrepierna, eso hizo que separara un poco las piernas, en ese momento, sentí que mi polla abandonaba el ...
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