1. Mi segunda verga: la antesala a mi primera doble (1a parte)


    Fecha: 06/07/2018, Categorías: Gays Autor: RodrigoMH, Fuente: SexoSinTabues

    Llevaba cerca de un año con Ricardo (ya lo llamaba por su nombre y le decía tío solo en presencia de familiares). Creo que, como buen pendejo, me sentía enamorado de él. Sabía que era mío y que solo conmigo gozaba de manera increíble. Habíamos probado hartas cosas juntos y cada vez quería que me enseñara más. En una ocasión, luego de una tremenda follada, y tras nuestro tradicional beso final con las bocas llenas de nuestro semen, me sorprendió preguntándome –Creo que es tiempo de avanzar un poco, ¿te animas a hacer un trío?- Ello me descolocó bastante, yo tenía asumido lo nuestro como una relación (hoy me doy cuenta que lo nuestro eran solo folladas increíbles, pero entonces era un pendejo bobo de 16), y no quería compartirlo con alguien más. Por otro lado él había sido mi único hombre, no sabía cómo reaccionar ante la propuesta, pero definitivamente no quería. –No sé, déjame pensarlo- dije, y bajé para darle una segunda mamada, de esas que le gustaban. A esa altura ya había aprendido a tragar su vergota gruesa y venosa hasta la garganta sin problemas, me empeñé en darle la mejor chupada, con el fin de sacar de su cabeza ideas como la de incluir a alguien más (hoy río por mi ingenuidad de entonces). Mantuve siempre sus 20cm de carne en mi boca y sus enormes bolas en mi mentón. Oía sus gemidos y eso más subía mi excitación, pronto, a pesar de ser la segunda carga, no aguantó y sentí los chorros de leche tibia en mi garganta. Con ello me sentí satisfecho ¿quién más le ...
    ... daría placer así? El sábado siguiente habíamos quedado de vernos, me quedaría en su departamento y tendríamos toda una noche para ambos. Iba demasiado feliz a nuestro encuentro, cada vez nos veíamos más seguido y ni habíamos mencionado la idea del trío durante nuestras conversaciones en la semana. Quería darle una sorpresa, por lo que recorrí todo Santiago en busca de un jockstrap, que entonces eran muy difíciles de conseguir, más aún a mi edad. Llegué como siempre a su departamento, con mi nueva prenda en color blanco, listo para dejar a su disposición ese “culito tierno” como lo llamaba. Mi sorpresa fue mayúscula cuando luego de tocar el timbre abrió la puerta Joaquín, un amigo que había conocido un año antes en aquella salida a la playa donde mi tío me había quitado la virginidad. Era hijo de uno de los colegas de Ricardo, 4 años mayor que yo: había hecho el servicio militar y ya había ingresado a la Escuela de Oficiales del Ejército. Yo lo recordaba perfectamente, era un churro guapísimo, un año atrás nos habíamos llevado muy bien, medía 185, su espalda ahora estaba mucho más ancha, su piel blanca lucía un bronceado hermoso. Vestía sólo una sudadera blanca y un short azul corto ajustado, que favorecía cada uno de sus definidos músculos. La luz de sol de atardecer que se colaba por la ventana del balcón daba a sus lindas y masculinas facciones, al igual que a la sonrisa con la que me recibió, un aura de actor de cine: era verdaderamente guapo y masculino. A pesar de todo lo ...
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