1. La historia de Soraya


    Fecha: 08/07/2018, Categorías: Confesiones Autor: Peli, Fuente: CuentoRelatos

    ... cerrar los ojos y a rogar porque acabara pronto, no fuera a entrar alguien y nos sorprendiera en esa posición. Pero no fui tan afortunada, y cuando oí caer sus pantalones al suelo tuve que morderme los labios para no gritar, pues sabía lo que iba a hacerme... y lo permití. A pesar de la humedad que habían provocado los rudos manoseos en mis pechos y en mi conejito no estaba lo bastante lubricada como para aceptar aquella verga sin contraer el rostro de dolor, aferrándome a los bordes de la mesa para mitigar todo el sufrimiento que aquel chisme me estaba produciendo al entrar de un modo tan violento. Don Luis, ajeno a mi situación (o quizás excitado por ella) no dejo de meterla y sacarla hasta que sus testículos empezaron a golpear mi trasero. Luego sus manos dejaron de torturar (por fin) mis pobres pechos, cuyos pezones estaban ya súper doloridos de tantos pellizcos, y me sujeto con fuerza por los hombros... cabalgándome sin piedad, como si le fuera la vida en ello. Sus rudos empujones me obligaron a tener que enlazar mis pies en su cintura para evitar que me tirara de la mesa, mientras su boca lamía mi rostro o se adueñaba de mis carnosos labios para devorarlos con tanto frenesí como me poseía. De esa primera vez no recuerdo nada de placer... solo alivio cuando por fin acabo. Capítulo 3: Acabo su orgasmo, sí, pero empezó mi pesadilla particular... pues raro era el día que no me poseía una o dos veces en cualquier sitio de la oficina... y en cualquier posición. He de ser ...
    ... sincera en todo y, para mi vergüenza, he de reconocer que no siempre fue tan rudo como esa primera vez... ni yo tan insensible. Pues en muchas más ocasiones de las que quiero recordar mi jefe ha logrado que yo también disfrute, e incluso participe, en sus reiterados y depravados actos. Digo esto último no solo por lo depravado que puede llegar a ser el hacerlo en según qué posturas o circunstancias (como, por ejemplo, el estar hablando uno de los dos por teléfono), sino por su afición a la sodomía. Esa era una virginidad que ni siquiera le había concedido a mi esposo, a pesar de que en alguna ocasión me la había pedido... y que nunca pensé perder. Hasta que aquella mañana me di cuenta de que Don Luis se estaba confundiendo de orificio y, por mucho que lo intente, rechazo mis suplicas de que lo hiciera por donde siempre. No me quedo más remedio que, arrodillada como estaba sobre la alfombra, morder uno de los pequeños cojines del sofá en el que me apoyaba y rogar para que mis amortiguados gemidos de dolor no se oyeran desde la oficina continua. Les aseguro que hubo momentos en los que pensé que lo que me había metido por el trasero era una barra de plomo fundido y no una verga... sentí tal alivio cuando por fin eyaculo en mi interior que hasta las piernas se me quedaron flojas. Pero ese orificio, como todos los otros, pronto se tuvo que acostumbrar a ser utilizado cuando a Don Luis le venía en gana. Para mi sorpresa pronto me di cuenta de que me gustaba ser penetrada por ahí, ...
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