1. Yago (II): Esa misma noche


    Fecha: 23/07/2018, Categorías: Gays Grandes Relatos, Autor: dont343, Fuente: CuentoRelatos

    ... aumentar el placer que les proporcionaba tener a un macho así, a su disposición. - Tumbémosle sobre la mesa, ¡excelencia!; y así, podremos lavarlo más cómodamente... y también, inspeccionar su cuerpo, convenientemente. - ¡Una gran idea!, capitán… Dejaron que la argolla bajara; y le desengancharon… Luego, el Marqués, sacó un frasquito de su mesilla de noche y lo acercó a la nariz de Yago. - Había olvidado que tenía esto aquí, capitán. Ya no hará falta ningún artilugio para contener al prisionero. A partir de ahora, esta preciosidad, dijo, dándole una palmadita en la cara, estará a nuestra entera disposición. Le quitaron los grilletes, y el cordel que llevaba atado a los pies… Y el Marqués se atrevió a levantarle la camisa. - ¡Mirad!, que hermosura, dijo. Dejando a la vista todos sus encantos… - ¡Mmmmm!, ¡qué maravilla!, exclamó; agarrándole el rabo con una mano, y metiéndole la otra debajo de los huevos... El capitán, sin embargo, lleno de regocijo, solo subió con su mano hasta llegar al pecho… lo acaricio, y sintió el deseo de chuparle los pezones; y así lo hizo, lleno de una gran excitación... - ¡Tumbémosle en la mesa, si! Hay que lavarle bien, dijo el Marqués. Le colocaron sobre la mesa, y absolutamente entregado, Yago sentía ese agradable manoseo, mientras lo lavaban; en especial, esa parada en el rabo en la que ambos pusieron tanto empeño. Se turnaron para chupárselo y acariciarle el ojete, sin percatarse del tiempo que llevaban haciéndolo; y así, debió de pasar más de ...
    ... media hora... en la que Yago, ya se había corrido dos veces. Sin embargo, todavía seguían amorrados, chupándosela. - ¿Por qué no le llevamos a la salita roja? Creo que sería lo mejor, dijo el Marqués. Y lo bajaron de la mesa, para entrar por una puerta, camuflada en la pared, que daba a una pequeña habitación, preparada a propósito, para llevar a cabo sus orgías; y en la que todo era de color rojo, excepto las palancas que salían de la pared, muy cerca del rincón de la derecha, y a las que el Marqués se acercó, para controlar la silla. Tiró de la del centro, y se oyeron las cadenas, que descendiendo bajaban una silla de cuero negro. La situaron en su sitio, y cuando la tuvieron a la altura idónea, colocaron a Yago sobre ella, y levantaron sus piernas hasta ajustarle las tobilleras. No querían que el muchacho sufriera ninguna rozadura. Y después de que su cuerpo quedara maravillosamente expuesto, volvieron a lavarlo; y a jugar con su cuerpo desnudo, dando rienda suelta, a todo tipo de ocurrencias. Luego, lo embadurnaron con aceite de rosas y sintieron el deseo de empezar a follárselo, Con gran excitación, y tras bajarse el calzón hasta las rodillas, el Marqués fue metiéndosela... y, poco a poco, empezó a pegarle fuertes zambombazos, que hacían que el muchacho diera algunos grititos. Pero el capitán sabía amortiguarlos; comiéndole la boca, y acariciándole adecuadamente. No tardaría mucho en correrse, ya que la visión de Yago tumbado en la silla, mientras sentía la estrechura de ...