1. Ir por lana y volver con el culo desvirgado


    Fecha: 05/08/2018, Categorías: Sexo en Grupo Bisexuales Autor: Werther el Viej, Fuente: CuentoRelatos

    ... puso a gemir de gusto. Tuve que sujetarme la polla para que no la expulsase de su boca. Y, con el arreón, el tío tomó al fin la iniciativa, chupándomela y lamiéndomela arrebatadamente, lo que me puso al borde del orgasmo. —¡Así, así, tío...! ¡Pónmela dura para que te la meta en el culo! —pregoné. Carlos tardó unos segundos en darse cuenta de lo que acababa de decir. Cuando entendió el alcance de mi comentario detuvo su mamada y su polvo. —¡Hostia, no! ¡Eso no! —profirió. Sin embargo, me pareció que no había mucha convicción en su tono. Por eso, repetí que iba a follarlo por el culo y le recordé: —Dijiste que querías probarlo todo. —Por el culo, no... Que duele... Dicen que duele... —volvió a justificarse Carlos, pero parecía algo dubitativo, indeciso, vacilante. —Cariño, Alfred sabe cómo no hacerte daño —intervino Helena. —Un poco de molestias al principio, la verdad —expliqué—. Después, te acostumbras y disfrutas de una manera muy especial... Carlos calló como reflexionando. Se puso en pie sobre la cama para colocarse a mi altura. —No soy maricón —soltó entonces como argumento definitivo. —A millones de tíos, en el mundo, los follan por el culo cada día y la mayoría no son gays —le largué sarcásticamente—. Porque también lo hagan los gay, ¿vas a perderte gozadas tan morbosas? Carlos volvió a quedarse pensativo. Me miraba fijamente a la cara, pero a veces también a mi polla. Y de pronto tuvo otro ataque de entusiasmo y alzando la voz, implícitamente ya decidido, manifestó: ...
    ... “¡Vale! ¡Hostia, vaaale...! Pero no me hagas daño. Tienes una polla muy grande”. —Pero más delgada que la tuya —dijo mi mujer, sonriendo, mientras yo me calzaba un condón y buscaba en la mesilla de noche un espray lubricante. Por indicación de Helena, Carlos se colocó arrodillado, al borde de la cama, apoyado en sus antebrazos, ofreciéndome su culo provocativo, levantado en pompa. Estaba expectante y muy tenso. Mi mujer le dio un par de azotitos para que rebajase la tensión. —Relájate... Tranquilo, cariño... Relájate... —le decía, mientras le separaba las nalgas a fin de que dejase al descubierto un ano bastante apretado. Le eché abundante espray sobre su ojete y me puse a masajearlo con un dedo. —Relájate... Tranquilo, cariño... Relájate... —seguía `pidiéndole mi mujer. —Afloja el esfínter —le ordené yo, al tiempo que le metía el dedo por el ano. Soltó un quejido más de sorpresa que de dolor, pero toleró la penetración casi con complacencia. En vista de lo cual, comencé a trabajar su canal anal para conseguir la dilatación. Le hundí un segundo dedo que encontró una mayor resistencia (“Relájate... Relájate”), aunque muy leve. Ensayé un mete y saca con los dos dedos que provocó resoplidos y ligeros quejidos de Carlos. Y en un momento dado, le entré también un tercer dedo para abrir el agujero definitivamente. Le dejé recuperarse unos segundos. Luego, le volví a rociar con espray por fuera y algo por dentro de su ano. Por fin apoyé la punta de mi glande sobre ese ojete lubricado ...
«12...567...»