1. Relato de mi debut en el sexo anal


    Fecha: 25/08/2018, Categorías: Anal Incesto Autor: chicapervertida, Fuente: CuentoRelatos

    Muchos de mis lectores me preguntan por qué siempre hago mención al sexo anal en mis relatos. Muchos me han catalogado de fetichista y no es que el término me moleste; sino que pienso que encasilla mi perfil sexual de una manera muy limitada. Yo no soy fetichista del sexo anal, de hecho, emplear el término para ese gusto particular no sería del todo preciso. Pero más allá de la precisión del término está el hecho de que el sexo, en general, es para mí un terreno inmenso, una gran superficie que adoro explorar, sin tener predilección por una ruta en particular. Pero, debo aclarar, que si es cierto que conservo una inclinación más acentuada por el sexo anal ya que este me lleva a los orígenes de mi erotismo y mi sexualidad. Como ya todos saben, mi vida sexual comenzó con las exploraciones de mi tío Alejandro. Poco a poco lo que comenzó por un juego de olerme los pies, terminó por ser una exploración sexual a profundidad y mi tío se dio a la tarea de descubrirme palmo a palmo, como un explorador va adentrándose en un terreno desconocido. Mis pies juveniles, mis piernas cubiertas de un vello apenas visible, mi vagina virginal, mi ano nunca antes explorado, mi abdomen plano, mis senos incipientes, mis axilas cargadas del aroma adolescente, mi cuello terso, mis cabellos castaños y ondulados, mi boca ávida de placer; todo fue progresivamente explorado por su nariz curiosa, insaciable, empeñada en poseer cada uno de los secretos que guardaba mi humanidad. Cuando fuimos entrando en ...
    ... confianza y el juego pasó a ser un ritual erótico sellado por nuestro pacto de complicidad, mi tío comenzó a desinhibir su deseo y así, mientras su nariz me exploraba y me iba conquistando, con su mano iba acariciando su pene erecto. Pasó mucho tiempo hasta que me dejó tocarlo por primera vez. Inicialmente se masturbaba lentamente mientras me iba oliendo, luego acababa en su mano teniendo cuidado de contener la expulsión del semen para no dejar rastro alguno. Pero luego, a medida que íbamos tomando confianza, su cuidado por contener su eyaculación se convirtió en la intención morbosa de rociarme con su semen por doquier. Aun teniendo 18 años yo seguía manteniendo mi virginidad intacta. De hecho, mi actitud era absolutamente pasiva. Yo me dejaba hacer y simplemente esperaba ansiosa el momento en que los chorros de semen caliente salían expelidos y caían en líneas viscosas sobre mis piernas, mi abdomen, mis nalgas, mi espalda y, lo que más disfrutaba, cuando salían y con gran fuerza se estrellaban en mi rostro expectante. En una de esas ocasiones noté como era placentero cada vez que me rozaba la vulva con la punta de su nariz, así que decidí imitarlo con las yemas de mis dedos. Así fue que descubrí la masturbación. Entonces, ya luego nuestro ritual consistía en que él me desnudaba, poco a poco me recorría el cuerpo, olfateando al tiempo que se acariciaba su miembro, y luego, cuando me rociaba con su líquido caliente y se marchaba de mi habitación, yo me quedaba un rato más ...
«1234...7»