1. Marcela (III)


    Fecha: 08/09/2018, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Una tarde del verano pasado, como todas las tardes de todos los domingos de verano desde hace muchos años, subí al tren en Plaça Catalunya y me acerqué a la playa nudista de Sant Pol. Busqué mi lugar de siempre, donde ya estaban los mismos vecinos de siempre. Extendí la toalla como siempre y, como siempre, fui a darme un chapuzón en un mar que estaba tan tranquilo como siempre. Como siempre, me adentré en el mar y desde allí, como siempre, di un vistazo a toda la playa. En ese momento reparé que en la zona de rocas, a la que tan solo se puede acceder desde el mar, había dos mulatas preciosas, dos travestís sin duda ninguna, que estaban tumbadas desnudas al sol. Dando un rodeo, salí del agua junto a ellas y al momento reconocí a Marcela. Me acerqué, me presenté y les pregunté si podía hacerles compañía, a lo que accedieron entre sonrisas. Fui a buscar la toalla, me hice un sitio entre las dos y comenzamos a charlar. La amiga parecía divertida, pero Marcela estaba prodigiosamente empalmada y yo no podía quitar la vista de encima de aquella columna oscura y brillante por el aceite de coco, que apuntaba amenazadora al cielo como un misil de largo alcance. Con aquella visión empecé a tener mucho calor, así que aunque todavía no me había secado, decidí volver a bañarme. Antes de entrar en el agua, me agaché en la orilla para mojarme la cara, cuando oí un silbido a mis espaldas y un piropo dedicado a mi culo. Intenté serenarme un poco nadando en el mar, sin embargo, todos mis ...
    ... esfuerzos fueron en vano, en cuanto llegué nuevamente a mi sitio y me rocé la polla con la toalla, empezó a enderezarse instantáneamente. Cuando me tumbé entre las dos, vi que la amiga también había decidido unirse al sindicato de erecciones, así que cuando estuvimos los tres juntos sobre nuestras toallas, por un instante se pudo ver nuevamente a las tres torres gemelas alzándose desafiantes junto al mar. Marcela, sin decir palabra, me puso un buen chorro de aceite de coco en la polla, la cogió con las manos y empezó a masajearla con dulzura. La amiga se levantó, situándose delante de mi se arrodilló, de tal forma que su polla oscura, rígida y maciza, entro en mi boca y empezó a moverse follándome sin parar, mientras yo le masajeaba los huevos chorreantes de sudor. Para tener un mejor equilibrio me aferré con las manos a sus nalgas lustrosas y empecé a masajearlas hasta que mis dedos resbalaron hasta la frontera de su culito abierto. Ella cogió mi cabeza y me ayudó, acompañando el movimiento de balanceo. Mientras tanto, Marcela se estiró sobre las toallas y se metió casi toda mi polla en su boca. Succionando con maestría y habilidad, me separó las piernas con su mano, lanzó sobre mis huevos otro chorro de aceite y comenzó a masajearlos en círculos que se fueron ampliando. Su mano llegó hasta mi ano, empapado de aceite y sudor, y deslizó uno de sus dedos, que se coló dentro sin esfuerzo. Metió un dedo y después otro hasta que tuve tres entrando y saliendo de mi culo. El sol se ...
«123»