1. Me tiré a una gata blanca


    Fecha: 10/09/2018, Categorías: Zoofilia Autor: Voluta, Fuente: SexoSinTabues

    ... comer, así que abrí una lata de atún y la llamé sigilosamente para no levantar sospechas, pronto se apuró a mi ventana y la encerré. Ciertamente conservaba nervios de que me fuera a morder o rasguñar, pero no tardé en ingeniármelas; saqué un lazo y amarré con cuidado sus patas delanteras a la cabecera de mi cama, aun alrededor de su hocico enrosqué un cacho de tela que no sirvió de mucho. Encendí el estéreo y puse el disco de Michael Jackson para disminuir el volumen de los maullidos, si por mala suerte los hubiera. Velozmente me engorré el condón, sostuve de las patas traseras a la gata y, sintiendo los pelos de su cola en mi estómago, intenté clavar mi glande en su hoyo. No obstante, no podía. "Lo siento, mi Regina hermosa, yo jamás te violaría, pero tengo que usar tantita más fuerza para desvirgarte. Quizá te duela un poquitín, quizá sangres, aunque te prometo que después te gustará", dije en tanto sujetaba más duro la cintura de la gata. Me acomodé para embestir recio, con la mano dirigí mi verga y la inserté. No me acuerdo si la gata maulló, lo que sí no olvido es que mi verga se abrió brecha y paulatinamente alcanzó más allá de mi glande. En verdad que las gatas tienen una vagina muy pequeña. Por eso mismo, ya no intenté introducirla más, pues lastimar a la gata era lo último que quería, me conformé con lo que llevaba. ...
    ... Así jugué a ser felino: metía y sacaba, metía y sacaba. La música cubría bien los pequeños gemidos y los encerraba en las cuatro paredes de mi habitación. En un principio, seguía fantaseando con correrme en las entrañas de mi niña Regina, sin embargo la excitación y el placer eran tales que mejor decidí enfocarme por esa noche al instinto animal. Me safé el preservativo y empapé de lubricante la vulva de mi hembra, atiborré de saliva mi pito y de nuevo me la tiré. Aquélla se retorcía con gracia, buscaba arañarme, se quejaba, su cola me daba azotes; y yo, yo disfrutaba más que nunca. Mi verga ardía, la cabeza necesitaba descorcharse; casi de inmediato el semen ascendió potente por la uretra, y a los gritos de "¡puta gata, puta, puta!", eyaculé hasta el fondo, percibiendo que el semen resbalaba hacia afuera. Dejé mi glande un rato más allí dentro, pues apenas iba recobrando aliento. Por esa noche fue todo. Solté a la gata y eché en un traste un poco de leche tibia, mientras bebía acaricié su pelaje de nieve y la mimé tiernamente. Abrí la ventana y dio un gran salto para regresar a su casa, cuyos dueños todavía no llegaban. Ya luego me enteraría de que su nombre es "Nubecita". Este es mi primer relato, posteriormente les contaré otro de mis encuentros con mi dulce gatita. Espero les gusten los gatos, ¿o prefieren a los perros? 
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