1. Los pies de Claudia


    Fecha: 16/09/2018, Categorías: Fetichismo Autor: Cavrioto, Fuente: CuentoRelatos

    Claudia se despojó de su abrigo, se sentó, y luego de mirar las bajas copas de los árboles, estiró sus brazos como satisfecha de sí misma. Yo no dejaba de ver su inédita silueta. A mi mente se agolparon sus cualidades, sus penas, sus secretos… todo, lo que me llevó a la conclusión de tener, delante de mí, a la criatura más tierna y bondadosa cuya finalidad era vivir en mi corazón. Sentí la imperiosa necesidad de besarla y quizá de… A esto, ella palideció. Se contuvo de decir unas palabras; sus labios vibraban emitiendo un sonido apenas perceptible. Me acerqué y la besé en los labios para afirmarle mi profundo amor por ella, amor que se venía labrando meses atrás. Y tal vez por la pena, por el momento o por el simple hecho de encontrarnos en la soledad más placentera, reímos como enamorados, atontados uno del otro. Me coloqué a su lado para que su cabecita reposara en mi hombro y así mirar, juntos, el horizonte. -¡Qué hermosa vista! –Dijo. Y después de suspirar con profundidad añadió-: Tanto tiempo sin verte, sin tocarte… ¿sabes? He pensado que, ¿cómo decirlo? No sé si en verdad me ames. -¿No amarte? ¡Qué disparate, Claudia! Si eres mi todo, mi razón de ser… cómo puedes decir semejante cosa. ¿Por qué lo dices? Ella calló. Agachó la mirada, dirigiéndola a mis manos que estaban cerca de sus piernas y en su rostro se dibujó una ligera sonrisa. -Porque últimamente no estás conmigo, siento la habitación muy vacía y en el tiempo que llevamos no te conozco bien que digamos, es decir, ...
    ... ni siquiera sé lo que te gusta ni… bueno sí sé pero, ¿qué digo, amor? ¿Te quedarás esta noche? Capté el problema: sería la noche especial y no podía rechazar semejante oportunidad que la vida me daba. Le miré los pies y le dije que esa noche la pasaríamos juntos y que habría sorpresas y jugueteos a modo de suplir la ausencia de dos meses que pasé en la capital por motivos escolares. Entonces Claudia comenzó a reír; tomó su abrigo y se lo puso lentamente. Yo tomé su bolso y nos fuimos a su casa. Cuando llegamos eran como las cuatro de la tarde. Su tía estaba platicando con mi suegra en el jardín de no sé qué asuntos. En un momento pensé que Claudia y yo no tendríamos intimidad aquella noche y que, si decidíamos tener sexo, tendríamos que hacerlo con cautela, con un silencio incómodo y eso me irritaba al máximo. De pronto, entró una chica de quizá unos veinticinco años -mayor que nosotros- de cara vulgar y estúpida, con anteojos de colores brillantes, de pelo crispado y castaño. Atravesó la sala y fue rumbo al jardín soltando gritos de desesperación. Claudia me dijo que era su prima y que no la soportaba en absoluto. Su relación con ella era escasa y áspera. Del jardín se escuchaban murmullos, risas y repiqueteos en la puerta. Unos pasos se aproximaban. -Hija –dijo mi suegra, al entrar apresurada a la sala-, iré a ver lo de la casa con tu tía. En la cocina dejé ya todo preparado. Si sales, deja la llave donde siempre y avísame al celular. No sé cuánto tarde, chicos. ¡Qué hora! ...
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