1. El renacer sexual de mi vecina


    Fecha: 25/09/2018, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Una decisión cambió mi vida. Fue un instante en el que resolví deslizar mi mano por las piernas de esa mujer tan deseable que tenía a mi lado. Me costó, podía haber recibido una negativa, un insulto o un golpe. Pero no, mi mano continuó acariciando las piernas hasta terminar en su tanga. Escuché un suspiro que me transformó, pasé de ser un joven tímido que apenas tenía dieciocho años a creerme un superhombre omnipotente. El suspiro de Silvia se convirtió en un gemido cuando comencé a masturbarla por encima de la tela de su bombacha. La historia empezó algunos años antes. Silvia era vecina nuestra todos los veranos en la costa Argentina, más precisamente en Pinamar. Ella y su esposo se hicieron muy amigos con mis padres. Pasábamos los días en la playa y hasta algunas noches salíamos a comer afuera todos juntos. Siempre fue muy simpática y cariñosa conmigo y yo la pasaba muy bien con ella. La veía como una especie de tía. Un verano ni ella ni su esposo estuvieron. Extrañado, le pregunté a mis padres y me dijeron que se habían separado, que no sabían más que eso. No me fue indiferente la noticia. Me di cuenta que un poco la extrañaba. Yo recién había cumplido quince años y toda una explosión corporal a flor de piel. Muchas noches cuando no podía dormir se aparecía la imagen de Silvia con su pelo negro, su diminuta biquini, y sus pechos que parecían explotar, y terminaban todo en una buena paja. Pasaron tres años y ya me había olvidado de ella. Tenía amigos en Pinamar y ...
    ... pasábamos todos los días veraniegos en bares y discotecas. Una temporada de verano Silvia volvió. La separación no le había hecho bien, había engordado y parecía haber envejecido diez años. Su nuevo vestuario contrastaba mucho con la sensualidad de aquellos años. Cuando me vio pegó un grito de alegría. Por un instante la vi rejuvenecer. Yo sonreí tímidamente. Era verdad. Estaba más alto, mas estilizado y con muchas horas de gimnasio y deportes. Mi madre insistía que este más tiempo con Silvia que con mis amigos. Me decía que la charlar un poco conmigo la iba a sacar un poco de su depresión. Los primeros días Silvia apenas iba a la playa. Ya no era la tía postiza que siempre estaba de buen humor y que se la pasaba haciendo bromas. Solo un rato a la mañana se venía con nosotros a la carpa que alquilábamos a tomar unos mates. Yo la invitaba a jugar a las cartas un rato y cuando terminábamos las partidas y su rostro volvía a cambiar. Volvían a aparecer las arrugas y su desánimo. Yo todavía la encontraba deseable, especialmente sus tetas grandes que ahora las tapaba más. Faltaban cuatro o cinco días para terminar el mes. Nos levantamos temprano con mis padres. La noche anterior llovió y nos acostamos no muy tarde. Mientras desayunábamos Silvia tocó el timbre. Tenía un semblante fatal. A su palidez y a las ojeras se le sumaban unos fuertes estornudos. Nos pidió si le podíamos comprar algunas cosas de la casa y unos remedios para la gripe. Después del mediodía ya tenía todo lo pedido. Toque ...
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