1. Sexo en las alturas


    Fecha: 15/10/2018, Categorías: Intercambios Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... apretando las correas sobre mi pecho, glúteos y muslos. Entonces vi a Eva quien hacía lo mismo con un arnés similar al mío. Sus senos y sus espléndidas nalgas resaltaban aun más detrás de las correas, lo cual la hacía aun más excitante. Mirándome pícaramente me dijo: "Estamos preparados. Subamos ahora" Antes de subir le advertí a Eva que era importante que sujetáramos nuestras anillas dorsales a sendos ganchos los cuales iban sujetos a sus respectivas cuerdas de seguridad. Esto nos prevenía de cualquier accidente en caso de una eventual caída. Mientras tanto, el esposo de Eva nos miraba desde el centro de control con una maliciosa sonrisa en su rostro. Dejé a Eva subir primero. Pude así contemplar su desnudo cuerpo y su entrepierna depilada totalmente, la cual dejaba al descubierto su vulva y su ano. Cuán bella era y cuánto ardía en deseos. Empecé a subir, pero mi pene erecto a veces se enredaba en la armazón y me dificultaba los movimientos. Pero por fin logré alcanzarla en la cima. Estábamos los dos desnudos encaramados en lo alto de aquella torre, mirando a través de la cúpula de vidrio el hermosos paisaje que nos rodeaba. No sabía qué hacer, hasta que Eva se deslizó suspendida de su cuerda de seguridad, y pasó rozando todo mi cuerpo con su lengua. "No te preocupes, que mi esposo está controlando todo el ensayo" me dijo tranquilizándome. De un momento a otro, Eva se soltó de la torre, y quedando suspendida tan sólo de su cuerda de seguridad que la sujetaba mediante la ...
    ... anilla dorsal de su arnés, se dirigió hacia mí y me abrazó. Luego empezó a mordisquearme y a lamerme todo el cuerpo, hasta que me cogió el pene con su boca. Sentía sucumbir a las chupadas que mi futura cliente me proporcionaba con gran intensidad La sensación era inenarrable. Al principio sentí algún temor de que las cuerdas no pudiesen resistir semejante tensión, pero luego me dejé abandonar a la boca y a los dedos de Eva que me acariciaban las pelotas y porfiaban por acariciar mi anillo anal. De pronto, de lo alto de la torre brotó una lluvia de una sustancia aceitosa que dejó nuestros desnudos cuerpos relucientes bajo el sol de la mañana. Aquel exceso de lubricación hizo que nuestros cuerpos resbalasen entre sí, de tal manera que me obligó a soltarme de la torre, quedando los dos suspendidos en el aire, a merced de la fuerza de la gravedad. Entonces, Eva deslizó su mano izquierda bajo mis testículos, masajéandolos. Luego continuó hasta llegar a mi orificio anal, introduciendo con facilidad dos de sus dedos. Me relajé por completo, con la sensación de estar volando como un pájaro con aquella hembra aferrada a mí. Habrían pasado algunos minutos en esta situación cuando de pronto sentí que alguien me sujetaba por detrás con fuerza. Era Iván el esposo de Eva, quien despojándose de su ropa, había decidido unirse a nuestra coreografía voladora. No pude disimular mi excitación cuando vi un grande y hermoso pene que se dirigía hacia mi boca. Lo así con firmeza y comencé a succionarlo. ...