Pajerita como pocas
Fecha: 06/11/2018,
Categorías:
Fetichismo
Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos
Me llamo Anahí, tengo 19 años, soy no vidente y vivo con mis abuelos desde mis 15. Yo lo elegí, un poco para alejarme del infierno que proponían mis padres perdidos en el alcohol, y otro tanto para disfrutar de todas las libertades que ellos me ofrecían. Nunca fui un estorbo para ellos. Yo lavo los platos, cocino con algunos cuidados, ordeno con amor la piecita que me asignaron y les ayudo a atender el kiosquito, generalmente por la siesta, cuando el abu aprovecha a descansar, y la bruja, como él siempre la llama se pone a tejer mirando la tele. Hasta ahora no tuve novio, y esto supongo que es el motor de todas mis locuritas. Recién a los 18 me animé a descubrirme, y desde entonces no puedo parar de tocarme. Justamente hace un año atrás en el kiosko estaba ordenando golosinas y poniéndoles cartelitos en braille a ciertos productos. Hasta que encuentro una caja con bombachitas de goma perfumadas. Había para bebés y para adultos por los distintos tamaños. Ignoraba sus colores, pero no sus texturas. Esa siesta llovía, y muy pocos desafiaban al viento para venir a comprar. Por alguna razón mi mano tuvo que palpar mi teta derecha, y un escalofrío me subió desde los tobillos a la nuca. Desenvolví una de las bombachitas. La olí suave, la mordí y me imaginé cómo me quedaría puesta. No lo soporté y me saqué el pantaloncito para reemplazar mi bombacha de algodón por aquella con olor a frutilla. El timbre sonó dos veces, por lo que me puse volando el pantalón y atendí. Por suerte ...
... distingo bien los billetes porque, ese tipo me iba a cagar con 5 pesos! Ahora, otra vez sola entre cajas y botellas, cerré la ventanilla y me senté en el suelo. Metí una mano bajo mi ropa, hundí uno de mis dedos repetidas veces en mi vulva sobre esa elasticidad insoportable, y con la otra mano me desprendí la blusa y me toqué las tetas después de babeármela como una bebé cochina. Sentía que me mojaba demasiado, y que el sonidito de los roces me calentaba más, en especial cuando frotaba mi cola en el piso. Otra vez el timbre sonó, por lo que le vendí unos chicles a un pibe y unos alfajores a una nena. En la soledad de mi espacio volví al suelo y se me dio por oler mi bombacha de tela mientras en cuatro patitas me tocaba la vagina sobre la goma cada vez más caliente y húmeda. Tenía ansias de sentir la dureza de una pija adentro. Quería meterme lo que fuera, pero sólo tenía mis dedos, y los aproveché. Me encantaba explorar mi sexo con velocidad, gemir bajito y que se me marque el elástico de la bombachita tensa en la muñeca por lo apretadita que me quedaba. Entonces, un vecino conocido del abuelo Rolando vino a buscar cigarrillos. La cosa es que me daba charla, y yo quería seguir con lo mío. Así que, mientras simulaba escucharlo, hice algo que me fascina desde siempre, solo que nunca lo había experimentado con estas bombachitas. Me hice pichí entre que el tipo rezongaba porque nadie barre las veredas y los desagues no dan abasto. Apenas el hombre se fue, me dispuse a pajearme como una ...