1. Fernanda en el colegio


    Fecha: 09/11/2018, Categorías: Transexuales Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    Estudie la secundaria en una escuela privada para varones. Desde el primer día de clases mis compañeros se dieron cuenta de mi timidez y mis modales indefinidos y me hicieron blanco de sus burlas y bromas pesadas. Sobrellevaba el bulling gracias a que algunos chicos caballerosos me protegían. Hasta entonces sólo sentía emociones inocentes y me entretenía con ensoñaciones románticas como cualquier chica boba que escribe poemas y espera a su príncipe encantado. Ni imaginaba lo que aprendería ese año escolar. Fue justo en ese periodo de mi vida cuando afloró bruscamente mi sexualidad por culpa de unos maliciosos, quienes con toda la mala leche de pervertirme, me mostraron una revista pornográfica. Eso debió trastocar mis hormonas y provocarme un deseo intenso de ser mujer y satisfacer a los hombres. Primero sufrí. Mis compañeros siempre se divertían de lo lindo cuando, luego de la clase de educación física, debíamos bañarnos en el gimnasio. Al fin hombres, a cual más presumían el largo de su pene comparándolo con los otros. En cambio mi miembrito era el hazme reír de esos pícaros por diminuto, casi oculto en el escroto. Eso les provocaba carcajadas y se referían a él como " tu verruguita", " tu frijolito" y otros otros términos despectivos. Eran una tortura para mi esos baños en grupo. En ocasiones para evitar burlas trataba de vestirme rápido y salir antes que ellos. Pero por la prisa, a veces me ponía los calzoncillos al revés. Y era darles mas cuerda. Al no encajar en esa ...
    ... jauría de libertinos, me apartaba y me refugiaba en los libros o con otros chicos tranquilos, evitando los juegos bruscos. Mala idea. Porque hasta el profesor de deportes me lanzaba balonazos para obligarme a jugar. Y me gritaba autoritario: Órale señorita. Es hora de jugar. Pero como en los cuentos de Disney, vino mi héroe. Un muchacho, alto y delgado, con un aire de poeta con pelo largo que salíó a mi defensa. Gallardamente desafió a mis verdugos y me tomó bajo su protección, Fue mi consuelo. Mi gratitud terminó en amor. No me volví a separar de él. Era feliz al encontrarlo y me aterrorizaba cuando no llegaba. Siempre lo esperaba para entrar al salón y estar junto a el. Le llevaba de casa un sandwich para dárselo en el descanso. Al salir de clases me iba con él, y me ponía su chamarra como acto de pertenecerle. Peleó por mi varias veces, y casi siempre vencía. Acostumbrado al combate callejero, molía con golpes rápidos y precisos a sus contrarios. Mientras mi hombre se batía en mi defensa, yo, su dama, sostenía sus libros y su chamarra. Fue mi héroe durante meses. Por eso me sentí orgullosa cuando lo masturbé con mi boca. Fue en un autobús semi vacío de regreso a casa, cuando puse mis labios púberes, en su pene erecto, de piel trigueña suave, firme, rodeado de venas azuladas y palpitando por la carga contenida en la vena seminal. Beber su leche fue como le demostré mi amor. Y lo hice varias veces. Pero la felicidad no duró. Todavía me duele recordar el día que dejó la escuela. ...
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