Karina Saucedo Ruiz en Orgia CHEMSEX - Relatos Eróticos

Karina Saucedo Ruiz en Orgia CHEMSEX

... el público es mayoritariamente, es heterosexual, tambien hay bisexuales y gays , aunque también puede participar gente con otras orientaciones. Un par de presentaciones rápidas y para arriba: nuestro objetivo está en el quinto. Allí, un buen número de personas llevan ya varias horas sumergidas en su propio mundo. Me Infiltré En Una "Chemsex" Y Vi Sexo, Drogas Y Una Crudeza Casi a****lMe sudan las manos. Me he enfrentado a más situaciones incómodas en esta profesión con anterioridad, pero esta no será mi primera experiencia como infiltrado. Ir a un lugar donde sabes que no eres bien recibida no es fácil. Hacerlo acompañado tranquiliza, pero dobla los riesgos. Y mi tendencia a la risa nerviosa tampoco ayuda. Más tarde, comprobaré que aquí nada es divertido. Intento no mirar demasiado a mi compañera y trato de concentrarme en el objetivo. Llegamos. La puerta, de madera y con blindaje doble. Dentro, pocas luces, muchas voces y algo de música electrónica. Momento de ser dos más en esta bacanal solo falta CALIGULA. O, al menos, parecerlo. Entramos los cuatro por un pasillo estrecho, larguísimo y plagado de pósters de películas pornos, de las que jamás he oído hablar. Se respira un ambiente cargado; un olor denso y pegajoso, a partir de una extraña combinación de alcohol fermentado, comida rápida y fluidos corporales que impregna todos los rincones de la primera estancia. Allí, un pequeño grupo de invitados etílicos se manosea sobre colchonetas infladas. De un rápido vistazo, ...

... compruebo que, además de ELLA, solo hay par de chica mas. El resto, todo hombres. Al margen, claro, de la figura de género indefinido que, a pesar de la música atronadora, dormita sobre un sofá plagado de pañuelos. Me siento totalmente fuera de lugar y empiezo a pensar que alguien nos va a descubrir. Pero nadie presta atención, están todos a lo suyo, en una especie de trance.Avanzamos hacia el salón principal sorteando bolsas de basura amontonada y cruzándonos con algún despistado que nos mira con curiosidad lasciva. Nuestros acompañantes tuercen hacia la sala, donde se supone que hay un cóctel químico de bienvenida, un clásico en toda chemsex que se precie. Alcanzo a ver una pequeña mesilla de cristal sobre la que se reclinan dos chicos jóvenes. Otro; extranjero negro, algo más mayor y con el cuerpo cubierto de tatuajes y perforaciones. Sobre la encimera descansan restos de pizza, una cajetilla de tabaco, varios blísters de pastillas azules y viagra y otra bandeja con sustancias que no llego a identificar. Entiendo que, entre ellas, debe estar la mefedrona -también conocido como ‘mefa’ o ‘miau miau’-, un compuesto famoso en estos encuentros por facilitar la desinhibición eufórica entre los consumidores. Nos queda claro que este no es territorio vedado a ningún tóxico. Sigue apareciendo gente. Algunos se saludan como si se conocieran de antes. De repente, una mano empieza a tocarme por detrás, y me mete mano en el culo y a mí se me ponen a temblar las largas piernas. En estos ...