GILDA
Fecha: 24/11/2018,
Categorías:
Dominación
Autor: lib99, Fuente: RelatosEróticos
... aunque bien moldeados, enfundados en sendas medias de costura posterior. Su blusa color crema de mangas cortas dejaba intuir dos grandes tetas que, embutidas en el sujetador de puntiagudas copas, asemejaban un par de misiles. Bajó la braga dejando al descubierto el velludo pubis y su coño abierto por la excitación, del que sobresalían unos grandes labios húmedos por sus flujos. Cocha hizo ademán de apartarse, pero la taquillera aferró su cabeza y estrujó su cara contra la entrepierna. –¡Vamos! No te hagas la exquisita. Seguro que te encanta comérselo a tu amiguita. ¡Chupa o te haré daño de verdad! La chica obedeció, deslizando su lengua entre los tiernos y pegajosos pliegues, provocando un gemido de placer en la mujer. –¡Eh! –Dijo el acomodador divertido–. ¿Seguro que ésta es bollera? ¡No veas cómo la chupa! La taquillera profirió una carcajada. Sacó entonces el hombre la polla de la boca de Matilde, haciéndole toser al tiempo que procuraba recupera el resuello, y la arrastró contra el lavabo, obligándola a apoyarse de frente contra la fría porcelana y las piernas abiertas. Pasó su mano por las nalgas, la introdujo en la raja y descendió hasta la vagina. –Ahora te voy a aplicar mi “medicina”. Con un buen rabo entre las piernas se te curarán las ganas de hacer tortillas. ¡Es el tratamiento que les dábamos a los bujarras en el ejército! Le abrió las nalgas y escupió en la hendidura. Con el dedo índice untó el ano y lo estimuló, dilatándolo hasta lograr introducirlo dentro. ...
... Continuó masajeándolo, y cuando consideró que estaba a punto colocó su polla contra el glandulado anillo y empujó. El acomodador disfrutó permitiendo que el miembro penetrara lentamente, sintiendo como el cuerpo de la chica se tensaba en un impotente intento de resistencia, hasta que su pubis pegó contra las nalgas de ella. Entonces comenzó a embestir, apretando sus velludos glúteos, cada vez con más fuerza y rapidez, provocando en Matilde gemidos de dolor que punzaban la excitación del hombre. –¡Eso es! –Animó la taquillera, aún con la cabeza de Concha incrustada entre sus piernas– Dale lo suyo a esa zorrita. ¡Que aprenda lo que es un hombre! El acomodador lanzó en respuesta un fuerte gemido y redobló la potencia de sus embestidas al correrse. Animada por el éxtasis de su compañero, la taquillera se llevó la mano al coño y frotó con fuerza el clítoris, tensando con fuerza los muslos. –¡Ah, sí, chupa, puta, chupa! ¡Me corro, me corro! El orgasmo lanzó un abundante chorro de fluido vaginal contra el rostro de Concha, que lo recibió sin moverse con gesto de asqueada congoja. Satisfechos, permitieron que ambas chicas, cabizbajas y silenciosas, recogieran sus ropas y se vistieran ante las miradas lúbricas y regocijadas de sus abusadores. –Ni se os ocurra contar nada de esto –les espetó la taquillera cuando abandonaban el cine– o será peor para vosotras. ¡Y no volváis por aquí, degeneradas! Abrazadas una a la otra, y encogidas como si quisieran protegerse de una atmósfera hostil, ...