1. El estigma


    Fecha: 02/12/2018, Categorías: Incesto Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... intensidad, concentrándose y entonces lo recordó, "aquel tío que de forma casi superficial acaricio las ondas de su pelo, lo noté y me volví y allí había un tarado con pelo largo y gafas oscuras. Sentí que era conocido, cercano, algo familiar, pero se alejó y nunca lo entendí". Fue hace 2 años. Se sentó y exclamó, “¡Era mi hermano!” ¿Por qué venía de tan lejos a espiarme?, ¿por qué se preocupaba de mí?, ¿qué le impulso a acariciar mi pelo? Pero la respuesta ya lo sabía, se lo había notado esta noche con sus miradas, con sus gestos, con sus tics, pero no quiso creer en su instinto de mujer y en ese momento se estremeció de gozo. La había amado en la distancia. Una necesidad largamente ansiada iba tomando cuerpo, su falda cayó al suelo, y su blusa, y sus pantis; y desnuda se puso una holgada camisa raída; y se fue al salón a esperar. Cuando Víctor, salió del baño con una toalla sobre la cintura, y otra secándose el pelo, se quedó sorprendido de ver todavía a su hermana allí que cómodamente leía, ¿No te habías ido? Lo he pensado mejor, siéntate aquí. Dócilmente Víctor se sentó y Elena se levantó, las luces indirectas permitían ver el hermoso contorno de su cuerpo torpemente tapado por la raída camiseta, y ella indiferentemente lucía sus rosáceas aureolas resaltando sobre la blancura de sus generosos y turgentes senos; una hermosa matita de negro pelo, marcaban el principio del más lujurioso manjar y su cuerpo con movimientos sensuales se acercaba a él. Vas desnuda Elena -dijo ...
    ... Víctor sorprendido. Sí, aquí me gusta estar cómoda Contesto Elena mientras, indiferentemente, apoyaba sus cálidas manos sobre sus hombros y como una amazona, arqueó sus piernas montándose sobre sus muslos, a escasos centímetros de su oculto pene. Le miró durante unos segundos con una cálida y dulce expresión, se humedeció brevemente con su lengua sus labios enrojecidos por su carmín, cogió la toalla y empezó a secarle el pelo. ¿Así que no has vuelto en seis años, verdad? Ya te lo he dicho -respondió. Seguía mirándole, disfrutaba de su extrañeza, mientras le secaba su cabello, ¿T e gusto como mujer? Cualquier hombre te desearía. Y, ¿mi hermano? Por dios, aquello ya paso. Dejo de secarle el pelo, arrojó la toalla. Ante su mirada empezó a acariciarse su necesitada oquedad. Le observo y sus oscuros ojos brillaban de éxtasis, eran tiernos y suplicantes, diciendo entonces a su hermano. Buen intento, pero ya no te sirve. Elena seguía acercándose a él. En su lento trepar, los femeninos muslos se deslizaban sobre los suyos y sentía la suavidad de su textura. Le estaba acorralando y excitando. ¿Sabes lo que estoy haciendo? Sí Elena; lo noto. Y aproximándose ella más a él le susurró al oído Me estoy masturbando… Por ti y para ti Elena, por favor, no me provoques. Pero los suaves estímulos al pene, esa boca entreabierta tan sensual enseñándome sus blancos dientes, empezaba sin quererlo a excitarle, pero seguía sin comprender. Ella lo miró, y presionaba más, y su cuerpo se iba ciñéndose al ...
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