1. Los pies de mi hermana


    Fecha: 03/12/2018, Categorías: Fetichismo Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos

    ... tarde, mis manos le masajeaban el empeine, los talones y las plantas, y mi pene quería salir a conquistar el mundo de todas las hembras. Cuando me imaginé su boquita rodeándolo tuve una sensación que mezclaba erotismo, deseo, culpa y desolación. Era mi hermanita, con sus 18 años atardeciendo junto al día y su perfume tan exuberante como el desarrollo de sus melones perfectos. Ella suspiraba algo más entregada a mis frotadas en sus pies, hasta que susurró: ¡chupalos Nico, animate, comeme los deditos, y si querés mojalos con yogurt! Algo me punzaba los testículos con urgencia. No le di lugar a las dudas, y le eché un poco de yogurt en los pies para acercar mi boca a sus dedos pequeños, suaves y templados. Apenas le acerqué la boca y dejé que mi lengua le lama el pulgar, la oí gemir con un estrépito que me aceleró el cuore y me condujo a lamérselos todos sin parar. Era tan agradable al tacto de mi lengua su piel como el aroma que se desprendía con mayores argumentos cada vez, cuando mi lengua le recorría cada milímetro de sus deditos, cuando se escabullía entre ellos, o si le mordía los talones. Primero fue uno. Pero su otro pie no pudo esperar demasiado para que mi boca ruede por su delicada tersura. Además, con esa perspectiva mis ojos se clavaban en su bombachita blanca, donde su vulva se dibujaba con todo su resplandor, ya que su vestidito se le subía en el afán de convidarme el sabor de sus pies. ¡No sé Nico, siempre me gustó, y cuando era chiquita me ponía loca que el ...
    ... perro me chupe los pies!, dale, chúpame toda, olelos y mordelos! Le respondió a mi inquietud entre suspiros. ¡Dale Jaz, yo te los chupo, pero sacate la bombacha, quiero verte sentadita con la concha al aire!, le intercambié, sin meditar en la locura que acababa de pedirle. Su cara no articuló ni un gesto de sorpresa. Solo se la sacó sin levantarse de la esterilla y la dejó a su lado. Ahora volvía a chuparle los pies para que sus gemiditos me sumerjan en una obsesión que me asustaba, pero ahora le veía la concha mojadita, cada pliegue de sus labios vaginales, y hasta un trocito de su clítoris asomando entre ellos. No me resistí y le besé los tobillos, las piernas, las rodillas y los muslos. Ella siempre con los pies levantados para que mi saliva le deje surcos y esteros por los que el deseo pudiera ir y venir cuantas veces le apetezca. Cuando mi boca estuvo a un paso de llegar a su conchita de aromas perpetuos, ella me arrancó los pelos y me dijo: ¡No Nico, todavía no! Bajate el pantalón con todo, y mostrame la pija, dale hermanito, que no das más guacho! No tenía intenciones de preguntarle nada. Apenas mi pene duro estuvo a la vista, incluso hasta de las dos parejitas que quedaban en el predio: Jazmín me lo amasó con sus pies, lo acarició y lo ubicó entre sus plantas para subir y bajarme el cuero con una lentitud que me desbordaba. Me pidió que se los escupa para luego pajearme con más determinación, y yo sentía que se me ponía más dura. Hasta que de pronto me pidió: ¡descalzate ...