1. La mujer del disidente (06) El reconocimiento médico


    Fecha: 08/12/2018, Categorías: Voyerismo Dominación Autor: Senatore33, Fuente: CuentoRelatos

    Cuando Amalia percibió que empezaba a amanecer se levantó de su catre y se colocó el vestido. Aún estaba húmedo tras lavarlo la noche anterior, pero temía que pudieran acercarse guardias por la mañana y la hicieran levantarse o incluso salir de su celda vestida solo con un tanga. Aprovechó también para orinar, para aliviarse y que más tarde no la volvieran a hacer orinar en público. Volvió a meterse en la cama, pero la humedad del vestido se le clavaba en los huesos, y pasó varias horas tiritando. Aun así no se atrevía a quitárselo, pues estaba segura de que le causaría problemas. Según iban pasando las horas se arrepintió de haberse vestido tan pronto. Al haberse visto privada de su reloj no tenía conciencia de la hora que sería, y la ansiedad la hizo ponerse el vestido demasiado pronto, en cuanto vio algo de luz por la ventanuca, pero aún faltaban varias horas para que la prisión despertara. Tras lo que le pareció unas tres horas metida en la cama con su vestido aún húmedo, comenzó a oír movimiento en la galería. Parecía como que los guardias estaban moviendo bandejas, supuso que sería el desayuno para los presos. Tenía hambre, y no sabía que le traerían a ella para desayunar. Olía a café, y podía escuchar el sonido de tazas y cubiertos de los presos desayunando, pero pasaba el tiempo y nadie accedía a la antesala donde se encontraba su celda. Al cabo de una media hora escuchó una llave abriendo la puerta metálica que daba acceso a su antesala. Dos guardias que no ...
    ... conocía entraron y se dirigieron a su celda. De nuevo introdujeron una llave en la cerradura y abrieron la puerta de barrotes. -Arriba! -gritó uno de ellos-. Amalia salió de la cama y se puso en pie, estirándose el vestido. -¿Podré ver hoy a mi marido? -preguntó-. -Cuando lo puedas ver ya te lo dirán -le contestaron-. -Tengo hambre -dijo ella, pero los guardias no traían nada de alimento-. -De momento no puedes desayunar -le dijeron-. -Estira las manos -le pidió uno de los guardias, tras lo que le colocó unas esposas-. -¿A dónde me lleváis? -preguntó-. -Tú cálzate, sal de la celda y sigue a mi compañero -le ordenó un guardia tras ella-. El primer guardia salió a la galería, tras lo que Amalia la siguió. Aunque pasó por delante de alguna celda, esta vez el recorrido fue más corto y más rápido, y pocos presos repararon en su paso, ya que estaban concentrados en su desayuno. La bajaron a la planta de abajo y la mandaron entrar en una sala con diverso material médico. En el interior se encontraba de pie un hombre gordo con gafas, vestido con una bata de doctor. Los guardias la dejaron allí y salieron. -¿Amalia, verdad? Soy el doctor Moreno, el médico de la prisión -se presentó-, y voy a proceder a realizarte una revisión. -Los guardias no me han retirado las esposas -comentó ella-. -No será necesario -le explicó-. Descálzate. Amalia se quitó los zapatos. -Ahora súbete a la báscula. Ella subió, aunque la tarde anterior ya la habían pesado y medido delante de todos. El supuesto doctor ...
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