Atrapado entre gigantas - Relatos Eróticos

Atrapado entre gigantas

... mínimo; su deseo más ardiente era casarse con él, y nadie podría impedirlo. Ni siquiera el propio Marcelo. Un día, sucedió lo que ella había estado temiendo durante mucho tiempo: halló a su amado en brazos de otra. Los vió de lejos, abrazados y sonriendo alegremente. Fue entonces cuando tomó una determinación: haría lo que fuera con tal de tener a Marcelo para ella sola. lo que fuera. Transcurrió un tiempo, y finalmente llegó el período de receso invernal. Los estudiantes podían elegir entre retornar a sus hogares o permanecer dentro de las instalaciones universitarias. Como el viaje costaba bastante tiempo y dinero, Marcelo siempre prefería quedarse en la residencia estudiantil hasta el final del año lectivo; Jennifer siempre se quedaba con él, a pesar de que el dinero para regresar junto a su familia no era problema para ella. Cuando la gran mayoría de los estudiantes se hubo marchado, Jennifer fue, como siempre, hasta la habitación de Marcelo. *Toc toc* "¿Quién es?", preguntó el muchacho desde el otro lado de la puerta. "Soy yo, Jennifer". "Está abierto". La muchacha corrió el picaporte y penetró en la habitación, un fiel reflejo de la disciplina de su adorado: la cama tendida, la ropa acomodada en el armario, los libros separados por temática en el escritorio y, sobre todo, una marcada pulcritud en todos los rincones. Si no lo conociera, hubiera pensado que se trataba del cuarto de una mujer. Marcelo se hallaba leyendo un libro de ciencias, una práctica que lo ...

... tranquilizaba bastante. Le gustaba sentir que tenía conocimiento de las leyes de la ciencia. "¿Te puedo ayudar en algo?", preguntó, sin apartar la vista del libro. "¿No quieres salir conmigo? Podríamos ir al pueblo que está aquí cerca, a cenar. Hace mucho que no lo hacemos". "No, gracias. Ve tú, si quieres". Jennifer permaneció en silencio durante unos segundos. “Marcelo. ". "Dime". "Tú. ¿Me quieres?". "¿Qué?". "Te pregunté si. me quieres". "¿Qué clase de pregunta es esa?". "Solo responde". "Claro que te quiero. somos amigos, ¿no?". "No, no me refiero a ese tipo de cariño. Hugo. tú. tú. ¿Me amas?". Hugo dejó caer el libro al suelo. "¿Qué?". "¿Me amas? ¡Por favor, necesito saberlo! Dí que me amas. por favor". El muchacho meneó con la cabeza, aturdido. "¿De qué se trata todo esto? Estoy ocupado. Debo aprovechar para estudiar un poco ahora que tengo tiempo". "¡Marcelo, esto es importante! Necesito estar contigo, tenerte a mi lado. ". "Siempre estamos juntos". "Pero no de esa manera. no como amigos, sino como. como. ". "¿Amantes?", completó el joven. "No. como prometidos". La mandíbula de Marcelo cayó hasta el suelo. "¿¿Prometidos?? ¿Tú y yo?". "¡Sí! ¡Esa es la verdad, Marcelo! ¡Estoy enamorada de tí! ¡Quiero casarme contigo!". "¿Has bebido, Jennifer? Nunca te había oído balbucear esas cosas. Será mejor que vayas con el médico de la facultad". "¡No, estoy perfectamente! ¡Te lo suplico, Marcelo, no me rechaces! ¡Te necesito! Si no me aceptas, creo que me volveré loca. ". "Ca. calma. ", ...