La Bibliotecaria (I)
Fecha: 19/12/2018,
Categorías:
Sexo Interracial
Masturbación
Autor: Sindrome33, Fuente: xHamster
... sensación, la de abandonar la tranquilidad de los tenedores y cupcakes bailarines y adentrarme en el éxtasis de tanta gente diferente. La sola idea de poder culminar la cumbre de la felicidad conseguida aquél día empezaba ya a crear pequeñas palpitaciones en mi interior.Me estaba calentando por momentos.Tecleé mi usuario. Mi amable ordenador me recordó el password y en apenas unos segundos me di un rápido chapuzón en la piscina de mi cuenta personal.Treinta solicitudes de amistad. Abrir. Borrar, borrar, borrar, borrar, uhmm… borrar, bloquear (¡por dios!), borrar, borrar, ¿una chica? Veamos… es mona… uhmm… miradita dulce… ¡menudas tetas tiene la muy zorra!... ahá… interesante perfil pero debo borrarla (no soy sueca ni entiendo el sueco, paso de usar traductor para mi dedo diario).Borré la inmensa mayoría de “interesados/as” y decidí ofrecer una oportunidad a dos de ellos. Un tal Brunno24 y una tal Stalka (si era una y no uno, nunca realmente lo supe). A él lo mantuve porque decidió que su avatar sería un sol (y quizás en ese momento aquello extrañamente me excitaba), a ella porque era muy mona y parecía poder llegar a ser una buena confidente (además de ser vecina casi de mi barrio).“Más tarde hablaré con ellos” pensé para mi misma, a la vez que accedía a la carpeta de mensajes. Respondí con cierta liturgia a la decena de contactos de confianza, aquellos con los que no me importaba invertir tiempo en explicar y dar la buena noticia. Borré decenas de mensajes proponiendo ver ...
... miembros viriles por WebCam y más decenas prometiéndome sexo estelar en la red de redes.Y cuando el ritual acabó, decidí masturbarme.Mi carpeta de videos favoritos era mi santuario particular. Sexo duro, pizcas de masoquismo mezclado con sadismo, algunas capturas de WebCam (me pone muchísimo ver a parejas de alrededor del mundo mostrándose alrededor del mundo), gays esculturales pelando bananas de carne también esculturales, algunas corridas, escenas tórridas de películas porno y rarezas varias que definen a la perfección todo aquello que amo en el silencio de la silla de mi ordenador. No podían faltar tampoco las actrices porno fetiche (¡Ay Sasha Grey, cuánto dejas al mundo!) o las comidas de coño mutuas por parte de inocentes veinteañeras rusas.Buceé por semejante manjar tan exquisito. Ese día no quería dedicarme a buscar novedad, no quería abandonarme a abrir ventanas y más ventanas con videos de mil y una temáticas. Ese día quería recurrir a mis retoños, mis favoritos más apreciados, aquellos que podían propiciar que me corriera estrepitosamente con la sola visualización de sus descarados fotogramas.Ese día el video con el que llegué al culmen de mi clítoris fue una orgía que ya había conseguido tal propósito quizás en una decena de ocasiones. Eran dos chicas y tres chicos, dos de ellos musculosos negros portadores de espadas cárnicas al alza, el otro (quizás más normal) era el nexo que me hacía falta entre el Olimpo de aquellos dioses de caoba y mi triste y grisáceo mundo ...