SUPERTRANS
Fecha: 18/10/2017,
Categorías:
Transexuales
Autor: lib99, Fuente: RelatosEróticos
La infinidad de chorros de agua sale expelida de la alcachofa de la ducha, golpeando con fuerza contra su espalda. A cualquier otra persona le escaldaría la piel, pero para Kara el agua ardiente resulta un reparador masaje. Sus poros se abren, sus músculos y tendones se destensan y su mente se relaja, dejándola vagar libremente sin preocupaciones ni responsabilidades. Más allá de las translúcidas mamparas no existe nada: sólo están su cuerpo desnudo, el agua incandescente manando con su continuo y adormecedor sonido y el vapor que inunda el cubículo de la ducha, envolviéndola en una atmósfera neblinosa y ensoñadora. Es, sin duda, el mejor momento del día. Los meandros de agua se deslizan por su piel mientras se acaricia suave y cadenciosamente con las manos. No sabe cuánto tiempo lleva ahí metida, pero le da igual. Sólo importa el cúmulo de deliciosas sensaciones en las que se deja mecer. Sus dedos se deslizan por brazos y hombros, avanzan por las clavículas y se deleitan con la firmeza y tersura de sus pechos. Descienden por el plano abdomen, jugueteando con el ombligo, y continúan a través del pubis para introducirse entre los pliegues de las ingles. Rodean las estrechas caderas y aprietan las mullidas pero erguidas nalgas, para bajar hacia los poderosos y esbeltos muslos, acariciándolos desde el exterior hacia su delicado interior. Baja una de sus manos y coloca en la palma, como acogiéndola en un protector nido, la imberbe y rugosa bolsa escrotal, jugueteando con los ...
... testículos que bailan en su interior. Su otra mano acaricia el pene, aún no erecto pero ya hinchándose a causa de la dulce excitación. Con suavidad desliza la piel del prepucio sobre el glande, de atrás adelante, cadenciosamente, hasta lograr que la sangre inunde las cavernosidades del fuste y lo endurezca en toda su plenitud. Sin dejar de masturbarse eleva su mano izquierda hasta sus pechos y se pellizca los pezones. Las primeras gotas preseminales emergen de la uretra facilitando el deslizamiento de la rugosa piel sobre el henchido y enrojecido capullo. Entonces su imaginación comienza a volar. Se ve vistiendo su inconfundible uniforme azul, rojo y amarillo. La capa ondea agitada por la suave brisa. Su cuerpo se desplaza ágil y seguro como un águila, meciéndose sobre las invisibles corrientes de aire. Es una noche apacible, brillante por la infinidad de luces que titilan desde las ventanas, los vehículos y los carteles luminosos de la ciudad que palpita ahí abajo. Al frente, ve aproximarse la enorme mole de cemento y cristal del rascacielos. Dominando su fachada, imponente, el familiar emblema del círculo rodeando una gran “L”, omnipresente en casi cada rincón de la metrópoli. Planea hasta el ático para detenerse ante un gran ventanal, suspendida en el aire, erguida, a un metro escaso del reflectante cristal a prueba de balas. Su opaca superficie no resulta un obstáculo para su visión de rayos X. Sabe que él está dentro. Eso punza su excitación: bajo el agua de la ducha aprieta ...