Aventura en el Ave
Fecha: 03/01/2019,
Categorías:
Confesiones
Autor: morboso1957, Fuente: CuentoRelatos
Seguidamente una señora ocupó el asiento justo enfrente del mío. Jo…, pensé ya me podía haber tocado ella al lado y el “obeso” enfrente. Me enfrasqué en la lectura y a los pocos minutos, la señora de enfrente se agacha y recoge algo del suelo y me lo da. Era una tarjeta para marcar páginas. —Perdone, se le ha caído esto del libro. — Muchas gracias, le dije, mientras la miraba directamente a sus ojos, de color verde agua mar y de un brillo extraordinario. Para no parecer impertinente, seguí con la lectura pero de vez en cuando bajaba el libro, simulando descansar y me ponía a mirarla. Debería tener entre 45 y 50 años. Se conservaba bien y aunque tenía un poco de exceso de peso, era muy bonita. Lo que más llamaba la atención eran sus ojos y su boca. Seguí mirándola disimuladamente mientras intentaba despegarme de mi compañero de viaje que parecía como si cada minuto que pasara, sus carnes se esparcieran más aún. Di un suspiro de resignación y cuando la vuelvo a mirar, ella también lo hace y con una sonrisa (joder, que sonrisa) enarca las cejas hacia arriba como diciendo: “vaya la que te ha tocado”. Ese gesto deja sus ojos aún más a la vista. Y si ya eran grandes, así quedaban deslumbrantes. Ya el tren había salido de la estación Joaquín Sorolla camino de Madrid. No me centraba en la lectura porque no dejaba de observarla, con cierto disimulo para que no se sintiera violentada. Cuando vuelvo a mirarla, ella sonríe y yo me pongo a mirar por la ventanilla. Instantes después la ...
... miro de nuevo y vuelve a regalarme otra sonrisa, a la que respondo con otra mía, haciendo un gesto parecido al suyo desplazando mis cejas y mis ojos hacia la izquierda señalando a mi compañero de asiento. No me sentía cómodo porque tenía poco espacio para poder moverme y si no hubiera sido por la pasajera de enfrente ya me hubiera levantado y me hubiera ido a la cafetería. Ahora ya empecé a mirarla, aunque disimuladamente, desde abajo hacia arriba. Tenía unos pies muy bonitos que además lucía con unas sandalias de tacón mediano, seguidos de unas piernas bien torneadas y con una piel bronceada y muy firme. ¡Ayyy! me pilló mirando sus piernas y me volvió a sonreír al tiempo que descruzaba sus piernas despacio y volvió a cruzarlas ahora al revés de como las tenía. Seguí con mi inspección ocular subiendo hasta sus caderas, anchas pero sin exagerar. Sus pechos eran de un tamaño mediano pero se adivinaban turgentes. Su cara, bronceada y su pelo rubio, hacía que lucieran aún más sus ojos verdes. Llevaba un corte de pelo que dejaba libre parte de sus orejas y su cuello que era toda una tentación. Pasó el revisor y mirando a mi compañero de asiento, me pide mi billete, se lo muestro y anota la siguiente frase: “señor, disculpe las molestias, si lo desea puedo acomodarle en algún asiento de preferente. Si así fuera, hágamelo saber”. Por un momento estuve tentado de ir en su búsqueda y decirle que sí, pero no quería perder de vista a la señora de enfrente. Cuando voy a guardar el billete ...