La mujer del diablo
Fecha: 13/01/2019,
Categorías:
No Consentido
Lesbianas
Autor: SexTeacher, Fuente: CuentoRelatos
“Nunca pensé que los chanchullos de mi marido terminarían conmigo siendo sodomizada y violada por ella”. Ajusto el estrecho top a mi pecho con la intención de resaltarlos más, si es posible, para que aquel vestido me haga lucir increíble, la ocasión lo merece. Soy una mujer de veinte años, y por la edad y la genética, no puedo quejarme ni de mis pechos ni de mis glúteos, que son firmes y hermosos. Mido aproximadamente uno sesenta y cinco, y soy bastante delgada. Es pura genética, ya que el único ejercicio es el que practico en la cama con mi marido. Mi marido, el único hombre que he amado, y como no hacerlo; era y es el típico chico malo un par de años mayor que había conseguido que abriera las piernas de par en par y lo que no son las piernas. Es bastante más alto que yo, y su piel oscura es suficiente para excitarme. Es atractivo como ningún otro hombre, al menos, para mí. Sus ojos verdes le dan un aire felino, y tiene de esas miradas que dicen: ven y fóllame. Siento sus brazos rodear mi cintura y un leve gemido de escapa al sentir como su mano levanta la falda del visto y trata de perderse en el interior del minúsculo tanga que llevo hoy. —Marcus —le regaño, pero un gemido se escapa— llegaremos tarde. La puntualidad se la suda, y vaya que a mí también. Pero no llevo tres horas arreglando mi pelo rubio y mi maquillaje para nada, así que a sabiendas de que he comenzado a humedecerme, me alejo de él antes de terminar de caldear el ambiente. Siento su erecto miembro frotarse ...
... en la raja de mi culo, el cual late con fuerza deseando sentir ese virial pene de más de veinte centímetros. Trago saliva, se me está haciendo la boca agua. No sé de donde saco el valor para resistirme y tiro de él hacia el exterior de nuestra casa. Tenemos una cena de negocios y los tíos no se andan con tonterías, el tema de las drogas no es para tomárselo a broma. —¡Mierda! —Exclamo al subir al coche— me he dejado el bolso. Espérame, que tardo un segundo. Asiente y mientras salgo noto como sus manos acarician mis glúteos. Joder, en cuanto termine la noche, pienso follarmelo hasta borrar el límite entre los dos. Subo a toda prisa hasta llegar al ascensor. A punto de cerrarse las puertas, me sorprende ver a una mujer correr e intentar entrar, así que pulso el botón y ella me sonríe al entrar agradeciéndome el favor. —Gracias, soy Kate, ¿y tú…? —Me llamo Helena. Kate es preciosa, yo no soy nada en comparación. A pesar de que no tiene mi rubio natural, ni mis ojos verdes, sus curvas superan las mías con creces, unos senos de proporciones descomunales y unos glúteos espectaculares. Es guapa de rostro, pero no es su fuerte. Lleva el pelo largo, hasta la cadera, como yo, y es rizado, en cambio el mío es liso. Parece latina, es hermosa. Pulso el botón para ir a mi planta, y me sorprende ver que ella pulsa uno más arriba. Allí no vive nada, son picaderos de soltero y nadie conoce al dueño, así que no me sorprende que ella vaya allí, una chica tan espectacular no viene por aquí porque ...