Secreto de confesión
Fecha: 24/01/2019,
Categorías:
Gays
Tabú
Transexuales
Autor: amanuense, Fuente: xHamster
... había hacían que el lugar se viera aún más grande de lo que ya de por sí era. Un aparador con un crucifijo sobre él, un par de sillas pegadas a la pared y otros tantos cuadros de santos colgando eran la única decoración de la habitación. Me hubiese gustado obedecer sus deseos, aunque estos no fueran los mismos que yo sentía, y marcharme de allí, pero de repente me sentí incapaz de dar un solo paso. Me sentía vacía por dentro, como si toda la fuerza de mi cuerpo se hubiera esfumado en ese instante. De pronto me vi derrumbada en el suelo, con mis manos tapando unos ojos de los que comenzaban a escaparse las lágrimas, vestido de mujer y con mis secretos más oscuros rotos en mil pedazos después de chocar con el cura más íntegro de la ciudad.Ignoro cuando tiempo pasó, tal vez más de esos cinco minutos de gracia que se me habían concedido para enjugar mi llanto y marcharme, pero yo seguía allí, llorando. Ni siquiera la irrupción de alguien me hizo levantar la cabeza. Sentí primero sus pasos, hasta que unos zapatos y el vuelo de una sotana entraron en mi campo de visión. Se acercó y posó su mano en mi cabeza.- ¿Qué sucede, por qué llora?- dijo sin preguntarme qué hacía en aquella zona ajena al público. Levanté la vista y cuando mi mirada se cruzó con la suya… No sé que se siente al tener una aparición, pero en ese preciso instante supe lo que se siente cuando por fin se encuentra lo que se lleva toda una vida buscando. Al instante supo que era un hombre, que su mano se posaba en una ...
... peluca y que mis ropas de señora decente escondían los deseos de un cuerpo masculino y pecaminoso. Lo supo y lo supe. Rodeé sus piernas con mis brazos y apreté mi cara contra sus muslos. Sin decir nada. Yo hacía y él me dejaba hacer. Rondaría los sesenta, tal vez alguno más, alto, delgado, el rostro seco y en sus ojos marrones el rastro de una vida alejada de los votos a los que se debía. Nunca supe si conocía mi presencia allí o si entró por casualidad y al verme entendió que él era la absolución que necesitaba mi cuerpo, pero cuando mis dedos trataron de soltar los botones de su túnica, él mismo me ayudó.Han sido tantas las pollas que he sacado de sus escondrijos a lo largo de mi vida que, aunque mi cabeza estuviera envuelta en la sotana, encontré sin problemas el hueco hacia sus pantalones y bajo su calzoncillo. Tímida y flácida entre mis dedos, tal y como imaginaba la del Padre Francisco, don Paco, mi profesor en el internado, aquella que tantas veces soñé tener entre mis labios mientras eran otras, más jóvenes y menos sagradas, las que entrando en mi cuerpo me habían convertido en la puta que soy hoy día. Mis dedos comenzaban a hacer resbalar la piel blanquecina de ese pito. Aquel sacerdote me miraba de manera lasciva, con una sonrisa torcida en su rostro. Acerqué mi cabeza a su entrepierna, sentí el cosquilleo de su vello púbico en mi piel, e inmediatamente mis labios se abrieron al pasar de su sexo. Su mano huesuda en mi nuca me impedía apartar la cara. Movía su polla ...