El placer de Evelyn
Fecha: 05/02/2019,
Categorías:
Confesiones
Autor: xverzo, Fuente: RelatosEróticos
Antes de empezar mi relato, diré que carezco de simpatía con los niños. Nunca me ha fascinado su compañía pues son inquietos, groseros y preguntones. Tengo la edad suficiente para saber en qué punto se puede quebrar sexualmente una mujer. Con mi novia solía investigar minuciosamente cada milímetro de piel, a ver dónde rompía en éxtasis. Porque de meter la pija, todo hombre puede. Pero, encontrar la contraseña del cuerpo de tu amante es tarea ardua. Tenía yo unos veinte años y en mi historial de sexo sólo había una novia y una amiga de mi padre que unos días que vino a vacacionar al pueblo se ofreció a ser mi tutora en las cosas de la cama. Diré que a la pornografía se le puede sacar provecho si se quiere. Porque complací a mi tutora durante toda su estadía. Trigueña, cabello ondeado hasta los hombros, tenía ella unos treinta y tantos y se conservaba tan bien que fue como coger con una adolescente. Mi única tachadura fue un mordisco que le dejé en la espalda por el cual casi nos delatamos. De resto, complací y fui complacido. Durante ese tiempo, pude satisfacer tanto tiempo de sequía, lujuria, ansiedad de ellas. Después que mi tutora particular se fue, empecé a ducharme más seguido. El recuerdo estaba casi intacto y acababa con tanta intensidad que quedaba con los ojos cerrados contra la pared, mojado. Era impensable para mí en ese entonces conseguir una igual. Es decir, una mujer que estuviese dispuesta a entregarse tantas veces por tantos días seguidos (la visita de la ...
... tutora duró unos 10 días), pero pasó. La conseguí. Debo decir que tengo una hermana, mucho más pequeña que yo y que tal vez ha cultivado en mí ese desprecio por los niños. Ella tenía 8 o 9 para ese entonces y estaba en su etapa del estirón. No sabía que las mujeres se tocaban también y tan bien a esa edad. Una vez llegué corriendo para cambiarme e ir a jugar fútbol y se sorprendió al verme entrar al cuarto (teníamos el mismo cuarto). Pero noté en su rostro ese rostro que yo tal vez ponía en la ducha y su cuerpo aun temblaba ligeramente. Tomé mis botas y me fui. No le dije nada. Esa experiencia me hizo caer en cuenta de que a esa edad ya ellas empezaban a sentir deseo y me pareció ventajoso. Cierta curiosidad se apoderó de mí y empecé a ver a sus amiguitas de otra forma. A veces iban a la casa a hacer tareas y esas cosas. Mi papá les dejaba la sala para que estudiaran y a veces yo llegaba de jugar y me quitaba la camisa antes de entrar. Me exhibía y ellas me miraban y se reían pues debían pensar que yo era ya demasiado grande. La idea de pensar que ellas llegaban a sus casas como mi hermana y se tocaban pensando en mí, me excitaba demasiado. Se convirtió de a poco en obsesión. Empecé a trabajar en la carpintería de mi papá. De 8 a 6 con un descanso a medio día. Yo solía tomarme el descanso antes de las 11 y volvía a las 2. Con la mente más ocupada, pensaba menos en las amigas de mi hermana. Pero igual las pensaba. Uno de esos días, llegué a la casa y fui directo al cuarto (solía ...