CONTRICIÓN
Fecha: 22/04/2019,
Categorías:
Dominación
Autor: lib99, Fuente: RelatosEróticos
... bajando de nuevo la mirada al suelo. El padre Julián aprovechó para intentar auscultar dentro de su casto escote. –Si usted quisiera ayudarle –suplicó con un hilo de voz que apenas lograba contener el llanto–. Una recomendación suya podría mejorar su situación. Al menos le trasladarían a la enfermería. El padre escuchó serio, jugueteando con el metálico emblema falangista que lucía en sotana, y le contestó en tono conciliador, suavizando el gesto. –Me valoras en exceso, querida. Sólo soy un humilde párroco de pueblo. Pero estaría encantado de intentar ayudare… si tú también hicieras algo por mí. Diciéndole esto trocó su gélida mirada por otra más terrible, sucia y viscosa, al tiempo que su mano se posaba sobre una de las rodillas de Mercedes, provocándole un escalofrío. Después se levantó y se situó de pie ante ella. Soltó los botones de la sotana e hizo emerger su pene, parcialmente erecto. Sujetó la cabeza de la mujer y la aproximó al miembro, mirándola inquisitivo. Ella abrió los labios y los acercó al glande. Una oleada de penetrante olor a sexo le inundó las fosas nasales, provocándole una fuerte nausea que hubo de reprimir para no vomitar. Cerró los ojos y comenzó a lamer el falo, despacio, como queriendo retrasar el momento de introducírselo en la boca. Tras unos gemidos de satisfacción el sacerdote empujó la cabeza de Mercedes, hasta que sus labios chocaron contra la velluda base del pene. La mujer carraspeó, casi ahogada por el trozo de carne que rozaba sus ...
... amígdalas. Sin permitirle retroceder, Don Julián comenzó a balancear sus caderas, moviendo la polla dentro de la boca de Mercedes como si fuera una vagina que estuviese penetrando. –Así, muy bien. Se nota que sabes hacerlo. Ya sabía yo que las rojas erais unas guarras. Cuando al fin se la sacó, Mercedes tosió y escupió una pegajosa mezcla de saliva y líquido preseminal. –Hasta ahora te estás portando muy bien. Veamos que tal sigues. ¡Desnúdate! La mujer recuperó el resuello, se irguió y tras unos titubeos, sin dirigir la mirada al cura, obedeció. Desabotonó el vestido, se lo quitó y lo depositó sobre el respaldo de la silla. Él admiró con deleite las suaves y redondeadas formas cubiertas por las medias, el liguero, el sostén y las bragas. –¡Al suelo! –Ordenó– Te quiero a cuatro patas. Mercedes se agachó y aguardó a que el padre, tras despojarse de la sotana y conservar tan sólo zapatos y calcetines negros sustentados por las liguillas, se arrodillara a su espalda. Notó como las manos de él se deslizaban por su culo, agarraban la goma de la braga y tiraban de ella hacia abajo, dejándosela enrollada a medio muslo. Después los dedos se introdujeron entre los glúteos, explorando la raja hasta alcanzar el anillo del ano. Lo acariciaron, dilatándolo, hasta que la mano fue sustituida por la lengua del cura, que lamió con deleite todo el valle de carne, desde su inicio en la base de la espalda hasta el perineo, para después introducirse en el cálido agujero. Mercedes la sintió como un insecto ...