La colegiala
Fecha: 20/05/2019,
Categorías:
Dominación
BDSM
Autor: Roux Morrison, Fuente: CuentoRelatos
"Las conversaciones, como ciertas partes de la anatomía, siempre fluyen mejor cuando se lubrican". —Marqués de Sade Sentada en la banca, llevaba la falda más corta de lo que el reglamento especificaba, sabía que ella poseía las mejores piernas del salón, y sabía sacarle provecho. Debajo de la falda azul a cuadros, traía puestas sus bragas favoritas de color rosa con encaje en el centro, y un pequeño moñito que coronaba el resorte. La clase había alcanzado el nivel de soñoliento que, sólo una clase en un medio día caluroso, y después de desayunar, puede desatar en las mentes de los jóvenes ilustres. La chica de las mejores piernas del salón llevaba su vibrador encendido, lo sujetaba con ambas manos, como sólo se puede agarrar algo que palpita, y parece crecer. Y como invocándolo, vibró. La pantalla brilló en sus dedos, y deslizó uno para activar el mensaje recibido. Sus ojos brillaron, perdieron el sueño. De ver borroso y sin color, de repente veían tan claro que todo el cuerpo se conectó a las pupilas y al cerebro. Que es el receptor de los deseos, y el mensajero de la lujuria a los rincones de la carne. Llevas puestas tus pantys rosas, esas que lamo y muerdo cuando las empapas, esas que, cuando te despojo de ellas, las introduzco en tu boca. ¿Cuántos gemidos llevas encerrados en ese triángulo lascivo? Casi puedo oler que, cuando lees esta línea, te mojas, recuerdas como chupo tus labios, succiono tu clítoris, y paso mi lengua haciendo círculos, como los de tus pezones ...
... erectos. La chica se llevó el celular encima de la falda, y lo presionó, como si las palabras pudieran abandonar el aparato estéril, y de repente pudiera derramar esas letras sobre ella. Mordiéndose los labios, desabrochando un botón de la blusa blanca, y revelando la parte superior del brasier blanco, con bordes negros, y con un coqueto moño en medio de las copas, giró la cabeza hacia la derecha, y clavó los ojos maple en el joven de al lado, el más atractivo del salón; que precisamente llevaba el celular en la mano. Lo escondía del profesor. Ese joven no era el más deseado por guapo, o por musculoso, sino por ser esa clase de hombre excéntrico, rudo, y malo. Las piernas de la chica se abrieron para dejar entrar una corriente de aire que penetró por la ventana. Y si el olfato humano estuviera más desarrollado, el olor de entre sus piernas hubiera inundado el aula como el aroma de una tarta enfriándose al borde de una ventana, en una tarde de verano. El profesor, con su típico traje gris, lentes, y barba a medio crecer, explicaba la clase, que más que catedra, era una canción de cuna. Leía las notas que había preparado desde su celular. Gracias a esas máquinas, ya no había necesidad de memorizar nada. El celular volvió a vibrar. Acción que hizo brincar a la chica de la banca, y sentir cosquillas en el pubis. Sé que me miras, sé que me deseas, sé que me quieres ver si estoy duro por ti. Por qué no abres más las piernas, nadie está prestando atención, baja una mano, toca tu puchita ...