1. Sucedió en mi adolescencia


    Fecha: 03/06/2019, Categorías: Sexo con Maduras Confesiones Autor: ClauMar, Fuente: CuentoRelatos

    Diciembre de 1993, estaba en casa de mi abuela, yo pasaba buena parte del verano en su casa, porque volvía al barrio donde había crecido y donde tenía la mayor parte de mis amigos. Era buena alumna, había cumplido los 18 años y estaba por comenzar en marzo mi 5º año. Ese año como la situación económica en casa no era floreciente por lo que ese año no saldríamos de vacaciones. Mis abuelos tenían una zapatería, así que yo me quedaba en la casa haciendo los quehaceres domésticos mientras buscaba algún trabajo para el verano. A esa altura de mi vida había ya superado el dolor que me había significado la ruptura sentimental con Mario, el padre de Adriana y el hombre que me hizo mujer. Volver a casa de mi abuela me hizo bien, sentí que era hora de rehacer mi vida sentimental, debía alejar a Mario de mi mente. El tema era que si bien me sentía a gusto con mis amigos mi pensamiento no iba a que me pusiese de novia con alguno de ellos, me sentía bien con ellos, pero como amigos no los imaginaba de otra forma… para ser sincera a esa altura prefería los maduritos. En el barrio salvo Roberto, no tenía posibles admiradores... creo que nadie... por respeto a mis abuelos, me decía nada, algunos me comían con la mirada pero eso era todo. Roberto ya el año anterior estaba un tanto alterado cuando me veía… pero yo no le di pie a nada, a esa altura solo había tenido noviecitos furtivos de mi edad, y después de lo de Mario no pensé salir con alguien mayor, y mucho menos por mi timidez. Pero ...
    ... ahora, pasado ya un año, mi timidez ya no era tal, sabía que le gustaba a Roberto, el me piropeaba como ninguno, a mí me gustaban sus piropos, siempre tenía uno nuevo para mí, aunque me los decía cuando su mujer no estaba cerca. Si bien no me desagradaba Beto (le decíamos así), tampoco era el hombre que me enloquecía, pero sin darme cuenta al principio empecé a coquetearlo, a insinuarme, a mostrarle lo que más le gustaba de mi… mis piernas, así que iba al almacén con minifaldas y con shorcitos bastantes cortos, y sentí que él estaba loco por mí. Para no despertar sospechas delante de su mujer me mostraba dulce e inocente. Beto cada día tenía para mí un piropo nuevo y eran bonitos a tal punto que empecé a anotarlos en mi diario. Estábamos a mitad de diciembre, era viernes, y había ido con Martín al almacén… Martín era el hijo de mi vecina y tenía 2 años… había ido con unas bermudas y una remera para lo que yo usaba muy suelta, al entrar Beto estaba solo, le di un beso en la mejilla como siempre, y él me piropeó en voz alta diciendo: B- Sos como el café, dulce, caliente y me quitas el sueño C- Beto, como sos… mira si te escucha tu esposa B- Pero a vos te gustan mis piropos C- Sinceramente si, son piropos bonitos y tiernos… y estoy sorprendida siempre tenés uno distinto, pero seguro se lo decís a todas B- No… vos sos mi musa inspiradora… no hay nadie tan hermosa como vos que se los merezca C- Basta puede venir tu esposa y vamos a tener un problema. B- No te hagas problemas bonita, ...
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