1. Deliciosamente erótico (I)


    Fecha: 03/11/2017, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    No sabría decirles en qué momento comenzó todo, pero lo que sí tengo muy presente, es cómo comenzó. Siempre me destaqué por la habilidad de darle a mi suegra masajes para mitigar el dolor que -desde años atrás- sufre a causa de problemas óseos y circulatorios. El diagnóstico de la enfermedad es algo en lo que los médicos no se ponen de acuerdo y para nuestro objetivo tiene poca o ninguna importancia. El dolor y la ineficacia de los calmantes obligaban a mi suegra a solicitar con frecuencia los mencionados masajes, sesiones que exigen un considerable desgaste de energías con el agravante de ser nada entretenidos; todos tratábamos de evadirlos al máximo de lo posible. Era frecuente encontrarla postrada en la cama, con lágrimas bañando sus ojos y entonces era imposible escaparse; con desgano me oía decir: -¿No quiere que le dé un masaje? La adolorida mujer se incorporaba, se sentaba en la orilla de la cama o en un pequeño taburete, bajaba su blusa hasta la mitad de los hombros y se disponía a recibir el ansiado masaje -todo como una autómata. Las palmas de mis manos recorrían las zonas afectadas -refriega y refriega- durante diez o quince minutos, hasta que se perdía el lubricante utilizado para el efecto o hasta que mis manos se adormecían por la actividad, era una dulce melodía escuchar a mi suegra decir: -Creo que es suficiente, ya debes estar cansado... Sí, ya estaba cansado aún antes de comenzar. Un pequeño aliciente durante los masajes era ver una pequeña porción de ...
    ... ese par de enormes y voluminosos pechos que mi suegra ostenta. Las fotos que he visto de cuando ella era joven me han hecho fantasear varias noches. Mujer de baja estatura, pelo corto de color negro, ojos marrón, labios algo gruesos formando una boca pequeñita, falda hasta las rodillas que deja apreciar unas pantorrillas gruesas -algo que me fascina-, pero lo más atractivo de ella son un par de voluminosos senos que -a pesar de una blusa muy conservadora- se muestran apetitosos. Queda ya muy poco de los atractivos de antaño, pero ellos siguen allí; voluminosos, grandes y deliciosos, y habrá que reconocer que con sesenta y pico de años se mantiene bien conservada la condenada de mi suegra, la protagonista principal de este relato que comienzo a escribir después de varias sesiones de masajes y que aún no sé en qué van a parar. Cierta noche -después de incontables rutinarias y aburridas sesiones de masaje- nos encontrábamos festejando el cumpleaños de un amigo y -con unas cuantas copas encima- me aparecí donde mi suegra y como de costumbre la encontré agobiada por el dolor. Las copitas y el deseo de ver más de esos enormes pechos, me infundieron valor adicional y atrevidamente sugerí: -Usted lo que necesita es un masaje completo, hay que ablandar todos los músculos de la espalda para que los tendones estén menos tensos, sáquese la blusa y tiéndase en la cama que ahora mismo la dejamos nuevecita. -¡No! Sólo el cuello refregame, con eso se me va a pasar el dolor. -¡Nada de eso! ...
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