Julia
Fecha: 21/06/2019,
Categorías:
Lesbianas
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Fui caminando por la Gran Vía hacia la tienda de decoración que me habían recomendado en el trabajo. Ya hacía dos meses que me había trasladado a mi nueva casa y aún no la había decorado decentemente. Mi trabajo no me lo permitía y tampoco tenía mucha mano con esas cosas. Así que hablando y hablando con mis compañeros de trabajo, me recomendaron La Espiga, una pequeña tienda de decoración, abierta recientemente. La tarde era lluviosa y mis pies se estaban empapando. La gente caminaba bajo sus paraguas. Al fin, llegue a la puerta de la tienda. Las exposiciones de diferentes habitaciones que había en el escaparate combinaban una decoración moderna, casi minimalista, con elementos antiguos y rústicos. Yo no tenía ninguna idea preconcebida, ni ganas que tenía, así que entré con la predisposición de acabar aquella misma tarde con aquello. Sólo había una chica atendiendo a una pareja muy joven, mostrándoles las diferentes telas con la que podían forrar un sofá. Como vi que tendría que esperar un rato, me entretuve mirando la tienda. Ofrecía un sentimiento de calidez la forma de colocar los diferentes objetos: las sillas, mesas, cortinas, lamparas, etc. Todo estaba dispuesto para que tu lo conjuntaras y crearas un hogar, tu propio hogar. Mientras lo miraba todo con una sorprendente curiosidad, miraba también de reojo a la decoradora. Rondaría los treinta y tantos, como yo. Su pelo negro, corto, la hacía parecer mas joven, pero las pequeñas arrugas que brotaban mejillas al reír, ...
... denotaban su edad. No era muy alta, pero sus piernas estaban bien moldeadas, así como su culito, respingón bajo la falda. Su pecho era poderoso y su cintura, de avispa. Era una mujer muy atractiva. Además, había algo en ella que me resultaba familiar, pero no sabía exactamente el que. Por fin, la pareja que estaba antes que yo decidió la tela para su sofá y la decoradora se despedía de ellos. Los acompañó a la puerta y colgó el cartel de cerrado. Se acercó hacia mi. Su perfume era embriagador y por un momento me despiste mirando sus brillantes ojos azules. Un rato más tarde, tras darnos los números de teléfono y todo eso, nos despedimos. Había sido todo una sorpresa agradibilísima el volvernos a ver. Julia había sido una de mis mejores amigas en el internado de las Hermanas Clarisas, donde estudié BUP antes de la universidad. Pero después de que expulsaran a Julia, perdimos poco a poco el contacto y así habían pasado casi veinte años. Pero ahora volveríamos a tenerlo. Cuando llegué a casa, estaba rendida. Me metí en la ducha directamente, tomé una cena ligera y me acosté, ya que tenía que madrugar al día siguiente. Ya en la cama, a oscuras, empecé a recordar los días del internado. Los juegos con las chicas, los primeros pitillos, los primeros chicos y todas esas cosas. Julia era la más atrevida, la que hacía todas las trastadas. Era como una de las lideres de las chicas. Me reía en silencio de las cosas que hacíamos. Y así recordé el día de la expulsión de Julia. Yo era una de ...