1. Hazme tu puta


    Fecha: 30/06/2019, Categorías: Voyerismo Sexo Duro Sexo en Grupo Autor: amanuense, Fuente: xHamster

    ... Llegué al puesto de copiloto y abrí la puerta. Julia movió sus piernas y yo le ayudé a salir. Mi brazo la sujetó en los dos pasos que dio sobre el piso irregular. Luego yo me detuve y ella me imitó. Los dos bultos se habían puesto en pie, y ante mis ojos era reconocible la silueta de dos hombres. Cansados, envejecidos, sucios, dos hombres de edad indeterminada y cuerpos vulgares. Dos hombres derrotados por la vida que pasaban sus días entre cartones, ropa ajada y mal olor. Eso era exactamente lo que quería para Julia.Retiré el abrigo y el cuerpo de mi mujer se les ofreció desnudo. Atónitos miraban su piel blanca, su cuerpo escultural, sus facciones suaves, su pubis imberbe, sus medias de primera marca… Yo miraba su reacción mientras me alejaba con el abrigo de Julia hacia el coche. Con un gesto de la mano les indiqué que era toda suya. Durante unos segundos la noche pareció transformarse en una partida de ajedrez en la que hasta el movimiento más sencillo hay que estudiarlo con detenimiento. Yo les miraba, y ellos me devolvían una mirada llena de sorpresa. Mientras, Julia aguardaba erguida y tranquila a medio camino como la pieza que era en aquella partida. Como dos ratones escarmentados por las descargas de la vida, dudaban si debían acercarse a degustar el trozo de queso que se les ofrecía. Un pausado gesto afirmativo por mi parte les terminó de convencer de que la vida por fin les recompensaba.Se acercaron todavía temerosos, quizás de las manos ocultas de Julia. Por ...
    ... eso antes de tocarla la rodearon y no vieron más que su espalda desnuda y pecosa, su trasero perfecto y unas manos atadas e indefensas. Sólo entonces se decidieron a clavar sus garras en el cuerpo de mi esposa. Ella gimió y una sensación de satisfacción acudió a mi mente. Ellos, una vez convencidos, no se andaban con rodeos: sus cuatro manos apretaban ya su pecho, su vientre. Uno, más diligente, llevó directamente la mano a la entrepierna de Julia; ella se quejó, y él apretó con más fuerza. Su boca, su cuello, todo su torso y hasta sus muslos, no hubo centímetro cuadrado de la blanca piel de mi puta que ellos no recorrieran. Sin embargo, ni descubrieron sus ojos ni desataron sus manos; la querían frágil y sumisa, como yo por otra parte.Sus manos atrayendo el cuerpo de Julia provocaron un traspié y que ella cayera al suelo. Ellos se abalanzaron como dos fieras sobre su presa. Uno, el más joven, seguía tocando, el otro trataba de liberarse de su pantalón. Yo, lejos de auxiliarla, me senté sobre el capó todavía caliente de nuestro vehículo de alta gama. Mientras el segundo de los hombres trataba cómicamente de sacarse los pantalones que se le habían enganchado en los zapatos, el más diligente ya rozaba con su sexo la piel de mi esposa. Giró su cuello, y una masa informe se restregó sobre el cuidado cutis de Julia. Yo me acomodé y con dos dedos bajé lento la cremallera de mi pantalón. El otro hombre, cuando por fin se liberó de sus ropas, y viendo que se le habían adelantado, se ...
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