Una fiesta de disfraces
Fecha: 06/09/2017,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Un amigo mío, de Cádiz, que estudia aquí en Sevilla, quedó conmigo y otro más para enseñarnos la casa que los padres, con ánimo de mudarse de Cádiz a Sevilla, habían comprado recientemente. ¿Cómo explicar la casa? Era enorme, con tres plantas, la casa ideal para cualquiera. Y nosotros nos pusimos muy contentos porque disponíamos de una casa increíble para nosotros solos, sin problema de padres ni nada por el estilo. Así que hablando y hablando decidimos que sería bueno darle un buen bautizo a la choza. El dueño de la casa no puso objeción, y acordamos que haríamos una fiesta de disfraces. De este modo durante la semana siguiente fuimos llamando a los coleguitas y anunciándoles que el sábado no hicieran planes porque iba a haber una fiestorra del quince en esa casa, y que había que ir, obligatoriamente, disfrazado. Por supuesto, llamamos antes a las chicas, y a todos los amiguetes les decíamos que si querían podían llevar amigas. El sábado ese, el dueño, mi otro amigo y yo, quedamos desde por la mañana para acondicionar la casa a lo que se le venía encima. Nos llevamos dos equipos de música y multitud de cintas de música, compramos bebidas -habíamos cobrado una cantidad de 300 pesetas para que aquello estuviera bien-, adornamos las paredes, pusimos velas -no queríamos tener mucha luz-, y hasta llegamos a llevarnos sillas y taburetes de nuestras casas para que los que lo desearan pudieran sentarse. Y por la la tarde, a eso de las ocho y media o nueve, empezó a llegar el ...
... personal. Jamás en mi vida me he reído tanto viendo a gente disfrazada. Allí había de todo, desde el típico vampiro, el payaso, hasta el que va de momia. Y hubo gente a reventar. Afortunadamente, y por una vez, hubo más tías que tíos, y yo no conocía ni a la mitad. Aquello marchaba de puta madre, sobre todo porque la gente supo ir disfrazada -éste era el punto donde creimos que iba a fallar todo el mundo- y la atmósfera que se creó -entre los adornos y la luz de las velas- ayudó a la gente a meterse en la fiesta. Al principio me pasé todo el rato presentándome a la gente que no conocía, y de paso me olvidaba un poco de la responsabilidad que tenía junto con el dueño y mi otro colega por tener cuidado de que no le pasara nada a la casa. Pero conforme iba conociendo a la gente, me iba despreocupando más y más. Sobre todo me puse a hablar con una que iba de conejo -o conejita, mejor dicho-. Llevaba una especie de maillot de cuerpo entero blanco, ajustado, dos orejas muy grandes, unas pantuflas enormes simulando los pies de un conejo, y una especie de pom-pom en el trasero. A parte del disfraz llevaba la cara pintada con unos bigotes y la nariz de rosa. Carmen, que así se llamaba, estaba superacosada -supongo que el traje ponía cachondo a todo el mundo-, pero de vez en cuando se despistaba de los buitres y se venía a hablar conmigo, lo que me dio pie a pensar en que tal vez yo le gustaba y que aquello no podía escapárseme de las manos. Por lo tanto le di conversación y de vez en cuando ...