1. CONFESIÓN


    Fecha: 21/07/2019, Categorías: Dominación Autor: lib99, Fuente: RelatosEróticos

    ... descargó nuevas palmadas, alternando ambas nalgas, que fueron enrojeciendo progresivamente el blanco, casi traslucido color de la piel. El cura, cada vez más excitado, sintió como su endurecida polla se clavaba contra el cuerpo de la adolescente. Cesó el castigo cuando Concha, no aguantando más, rompió a llorar. –¡Basta, por favor…! –Debes soportarlo, niña –le respondió acariciando sus irritados glúteos–. El sufrimiento nos acerca al Señor, porque nos ayuda a expulsar nuestro pecado y a dar un paso hacia la santidad. Te aseguro que esto me duele tanto como a ti. Su mano se deslizó en el interior de la raja y acarició el anillo de carne del ano de la chica. Descendió con suavidad y se posó en los labios vaginales, ligeramente dilatados tras la descarga de azotainas. Los acarició y pellizco, introdujo los dedos entre ellos y buscó la pequeña protuberancia del clítoris. Notó una evidente reacción en la chica –la vagina se humedeció–, pero al mismo tiempo evidenció su incomodidad por la situación. Concha hizo ademán de levantarse con gesto de confusión. –Padre, yo… –Tranquila, pequeña –la sujetó impidiéndola levantarse–. El castigo ha finalizado, pero ahora tienes que demostrarme que vas a ser una buena chica. Si tú te portas bien conmigo, yo lo haré contigo y te absolveré, ¿de acuerdo? Concha asintió con gesto de poco convencimiento. El cura la liberó y permitió que se incorporara. Él se levantó y comenzó a desabotonar la negra y larga sotana. Bajo ella no había más ropa que ...
    ... dos calcetines sujetos por sendas liguillas. Su cuerpo era fornido, sin grasa, herencia de una juventud deportista y de la disciplina de su época como capellán castrense. De la velluda entrepierna se erguía el pene, cuyo glande brillaba a causa del jugo que ya goteaba. Después, con un gesto conminó a la chica a que se arrodillara delante de él, en aparente postura de oración. Concha lo observó con cierto estupor, clavada la vista en el duro miembro; luego elevó la vista hacia el rostro del sacerdote, con evidente alarma en sus ojos y un leve movimiento de cabeza indicando su negativa. –No, padre, yo no… –Chsss… Hija mía, hija mía –le replicó él–. No tengas miedo. Debes confiar en mí y obedecer los designios del Señor. Concha apartó el rostro e hizo ademán de levantarse, pero una implacable mirada del cura le hizo detenerse. –Conchita, cariño –don Julián le habló despacio, subrayando cada palabra, en un tono que a la chica le hizo temblar–, ¿qué te he dicho sobre ser buena? Sabes perfectamente la situación en que os encontráis. Tú, tu hermano y tu madre. Desde la ejecución de tu padre y la confiscación de vuestros bienes las cosas no os han ido bien, ¿verdad? Y el invierno se presenta duro. Tu madre ha pedido ayuda a la parroquia. ¿No querrás defraudarme? Concha permaneció en silencio, mirando al suelo, a punto de llorar. Luego hizo un gesto de asentimiento. Se aproximó al falo, abrió sus labios rosados y brillantes, y los posó sobre el glande. Notó el sabor salado con que el ...
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