Preñada
Fecha: 07/11/2017,
Categorías:
Voyerismo
Infidelidad
Autor: Arandi, Fuente: CuentoRelatos
... esa noche Alhelí. —Pues órale, vamos —le respondió su complaciente cónyuge. Emilio tomó posición. Sus dos manos se afianzaron de la cabecera de la cama, que estaba a sus espaldas, e hincado en el colchón esperó a su amada. Alhelí, por su parte, se puso frente a él apoyada en rodillas y manos. Así ella se veía espectacular: sus senos oscilantes y pesados; sus nalgas imponentes; su espalda arqueada; sus caderas antojables, dignas de afianzarse de ellas para arremeterle con la mayor ferocidad. Alhelí es, sin duda, una morena afrodita. —Recárgate bien —ordenó ella—. No te muevas que me voy a ensartar solita —dijo, con una sonrisa en el rostro. En ese momento ella tomó la iniciativa. Moviendo sensualmente su culo, lo hizo incluso más suculento (si aquello era posible) y así, con sus tan endemoniados meneos, acomodó la hinchada cabeza del glande a la entrada de su gruta de labios inflamados de deseo. Si a mí me encandilaba aquel despliegue de lubricidad, no sé qué pensaría su cónyuge. Él era, sin duda, un verdadero afortunado. —¡Ah, qué rico! —expelió Alhelí cuando su hombre entró en ella. Sin embargo, no lo mantuvo para siempre dentro. Ella lo dejaba salir justo hasta la punta del asta fálica, para ejecutar sutiles mordiscos vaginales. —¿Te gusta amor? —le preguntaba ella. Emilio asentía con un gesto que revelaba el placer recibido. Y yo sonreía pensando una vulgaridad: “esa prieta sí que aprieta”, cuando la hembra echó hacia atrás sus duras y redondas nalgas devorando la ...
... virilidad de su marido Emilio. Las morenas carnes femeninas se veían triunfantes en aquella bravía ofensiva. Mientras ella decía (a voz en grito): —¡Cómo me gusta! Pensé que él bien podría decir: —¡Me casé con la mujer más caliente y sabrosa de Villa Paraíso! Pero bueno, más bien era yo quien quería decir eso. Ella se mecía adelante y atrás, de manera constante. Luego echó duramente sus firmes y redondas nalgas con más que violencia, devorando la tiesa carne de su amado. El pubis de Emilio fue golpeado varias veces por las redondeces amadas, y esto producía chasquidos cárnicos que a mí me parecieron sublimemente morbosos. Agarrándose de las sábanas debajo de ella, Alhelí se apoyó para volver a incrementar la velocidad de sus lujuriosos movimientos, y así machacó la verga de su macho. Al día siguiente, cuando Alhelí se acercó a la caja para entregarme la cuenta del primer cliente del día, yo no pude evitar recordarla tal cual la había visto la noche anterior, a través de aquellas maderas viejas que hacían de paredes del cuarto donde ella y Emilio vivían. Yo mismo les había prestado aquel cuarto. Ahora, viéndola con uno de los ligeros vestidos que, dado su trasluz, dejaban notar su bien suculenta figura, la recordaba desnuda y se me aceleraba el corazón. —Cóbrese, Don Manuel —dijo; creo ya por segunda vez; y su voz me sacó de la ensoñación. Tomé el dinero y le entregué el cambio. Mientras ella se retiraba para darle el vuelto al cliente, temí que se hubiese dado cuenta de mis deseos ...