Chantaje a nuestra maestra de escuela
Fecha: 05/08/2019,
Categorías:
No Consentido
Autor: xxc, Fuente: CuentoRelatos
Siempre le tuvimos ganas a la señorita Vane. Ella era nuestra maestra, cuando nosotros, empezábamos a conocer nuestra sexualidad. Solía llevar guardapolvo bien cortito, y cuando se agachaba para escribir algo en la parte más baja del pizarrón, el aula se convertía en un concierto de susurros y barullo, porque nosotros nos codeábamos y hablábamos, señalando a la seño con la mirada, como si el que tuviéramos al lado no fuera a ver semejante culo. Hasta al santurrón de Damián se le abrían los ojos como platos, cuando la seño le ponía frente a su cara, el culo hermoso, enfundado en un pantalón de jean bien ajustado. Damián se sentaba delante de todo, justo enfrente del pizarrón, porque era medio ciego. Pero nosotros, Marcos, Rodrigo, Juan, y yo, también nos sentábamos en los bancos de adelante, y teníamos una visión privilegiada de los atributos de la seño. Porque ella no sólo tenía el culo más perfecto que las pendejas de dieciocho años, también tenía unos ojos marrones de mirada expresiva, unas gambas ejercitadas, y una carita de puta que nos volaba la cabeza. Claro que esto era sólo cuando la teníamos a ella en la clase de matemáticas. En cualquier otra materia nos sentábamos en el fondo. Los chicos se dedicaban a tirarles aviones de papel a los tragas, y a emular mugidos de vacas mientras los maestros daban clase. Yo, el más tranquilo de los cuatro, sólo les seguía el juego, y me reía de sus estupideces. Corrían muchos rumores sobre ella: Algunos decían que se cogía a todos ...
... los profes de la escuela. Otros afirmaban que en el último viaje de egresados se volteó a un coordinador, y se tranzó a más de un pendejo; y no faltaban los alumnos de los grados altos, que aseguraban haberse acostado con ella. Creo que la mayoría de estos chismes eran falsos, pero no se había ganado su fama de puta por nada. A nuestra edad, nosotros alcanzábamos a percibir el aura de sexualidad que emanaba de su cuerpo. Cuando reía, largaba una ruidosa carcajada orgásmica; cuando se agachaba, estoy convencido de que sentía con placer, todas las miradas clavadas en ella; cuando un alumno, cariñoso, la abrazaba por atrás cuando iba a saludarla a la sala de profesores, seguramente sentía el pequeño falo endurecerse. Se llevaba mejor con los varones del curso que con las chicas. Con nosotros siempre era simpática y efusiva, mientras que con ellas era rigurosa y desabrida. Pareciera que quería la atención de todos los machos para ella sola, y celaba a las chicas. Yo me hice mi primera paja pensando en ella. Solía fantasear que, en uno de esos días lluviosos, esos en los que todo el mundo faltaba a clases, yo me encontraba solo con ella en el aula, y ahí, mientras escribía en el pizarrón, inclinada, yo me paraba, la abrazaba de atrás, sintiendo los glúteos en mis piernas, y mi miembro enterrado en su zanja profunda, por encima del pantalón. Entonces ella se daba vuelta, nos besábamos, y yo, desesperado, la desnudaba y me la cogía en todas las posiciones, emulando las dos o tres ...