Memorias de un sacerdote
Fecha: 21/08/2019,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Mi historia es muy diferente a todas cuantas he leído en su atractivo y por ello me atrevo a contarles una de mis múltiples aventuras. Nomás, para comenzar, les diré que tengo 42 años, de buen ver, pero ...soy sacerdote. ¡Sí!. Por una de esas cosas de la vida familiar, mis padres, de extracción humilde, me fueron educando para servir al Señor, aunque lo cierto es que, sin ser mi vocación, acepté por agradarlos y ahora el que agradece esa formación soy yo. Lo cierto es que desde que me encerraron en el Seminario, en cual perdí mi virginidad, ¡con un compañero!, supe que el sexo sería importantísimo en mi vida. Así, desde que fui ordenado sacerdote y comenzaron a mandarme como responsable de parroquias en distintos pueblos de mi país (México), me he dado gusto desflorando jovencitas, cogiendo a cachondísimas mujeres y vengando a muchos feligreses por los abusos que cometen sus autoridades, al meterles mi verga, de muy buen tamaño (rebasa as nueve pulgadas), a las esposas de alcaldes y otros funcionarios públicos. Son muchas, demasiadas las aventuras que he tenido, pero ésta que les contaré, es muy, muy especial. Desde mis tiempos juveniles entable amistad con un primo en segundo grado, con el que compartí muchas de mis inquietudes y, hasta la fecha, sigue siendo mi mejor amigo, aún cuando no le cuento todo lo que hago con las mujeres. Pues bien, mi amigo se llama Mario, es de mi misma edad y se casó muy joven con Daniela, un mujerón de las muy pocas que se e han escapado, ...
... aunque no porque me falten ganas, sino debido a que no se ha presentado la oportunidad. Está buenísima. De ese matrimonio nació Marcela, su hijita única, que desde que llegó a la pubertad, dio muestras que sería una mujer con una belleza fuera de serie. Altota (1.75), cabellera rubia, muy blanca y de medidas propias de una modelo: delgada, de pechos regulares, pero firmes, piernas larguísimas y un trasero perfecto. Pues bien, esta "niña" estaba por cumplir 19 años cuando fue a mi capilla para confesarse ante mí. Ya en el confesionario, Marcela comenzó a decirme que había un chamaco de su misma prepa que le gustaba y ella a él, por lo que amigos comunes habían hecho lo necesario para convertirlos en novios. Su primer novio. Hasta allí, la confesión era trivial. Pero más adelante, comienza a decirme que una vez, cuando fueron con varias parejitas al cine, el galancete comenzó a besarla con mucho ardor, metiéndole la lengua y masajéandole sus tetitas con una mano y frotando sus piernas hasta tocas su tanguita. -Y tú que sentías?, le pregunté. -Riquísimo, pero me dio mucha pena y miedo y me separé de él. Se enojó conmigo y dejó de hablarme varios días. Cuando se le pasó el coraje –dice Marcela—platicamos sobre el tema y él me insistía en que "eso" era normal entre novios y que solo pasaría lo que yo quisiera que pasara. Para cuando llegábamos a esa parte de la confesión, mi verga estaba totalmente dura, por lo que se me hizo fácil sacármela del pantalón y comenzar a puñeteármela por ...