Tarjetas black (Parte 2)
Fecha: 17/11/2017,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Rober XL, Fuente: CuentoRelatos
Roberto era un caballero, un hombre como Dios manda que no dejaría que la mujer que acababa de hacerle una mamada como aquella volviera a su casa en bus. La llevo en coche hasta la puerta de su casa y condujo despacio hacia su hotel. Por suerte gracias a su trabajo viajaba mucho, por desgracia casi siempre solo. Puesto que nadie le esperaba paró de camino en un bar, a cenar y darle vueltas a todo aquel asunto. Mientras trataba de hacerle frente a aquella ensalada Cesar completa con salsa de yogurt, Roberto no dejaba de darle vueltas a la importancia de mantener alejados a los periodistas carroñeros hijos de puta, aquellos que se ponían medallas al mérito de mierda por desprestigiar a una empresa importante como para la que él trabajaba. La humillación pública era lo principal porque, no nos engañemos, en empresas sólidas que las acciones bajen uno o tres puntos durante un par de semanas no importa un carajo, al menos para quienes tomaban las decisiones. Debían llegar a un acuerdo razonable con el Sr. Hacienda y evitar los tribunales, pero eso ya no dependía de Roberto. Él había mandado aquella misma tarde su informe final al jefe de auditores, quién lo remitiría a su vez al Sr. Hacienda para ser contrastado con lo que ellos tenían. En fin, los putos periodistas siempre pegan la oreja en las mismas puertas. Primero en la puerta del Sr. Hacienda, especialmente fútil. A través de ésta todo se escucha y todo se sabe. En cambio, a la puerta de la Unidad de policía fiscal no se ...
... acercaban, esa debe ser acorazada o dar descargas eléctricas. En segundo lugar estaba la puerta de las empresas de la competencia, aunque a estas no les interesan mucho los asuntos contables, sino los de investigación, desarrollo y comercialización, ahí sí que les interesaba husmear. Pero lo peor era cuando los periodistas pegaban la oreja a las puertas de la propia empresa, eso sí que desataba el terremoto, y el edificio se estremecía de arriba abajo con consecuencias impredecibles para quienes estaban dentro. Finalmente, mezclado lo sabido con lo inventado los muy cabrones publicaban documentos e información jugosa para sus lectores. Alguna vez se había imaginado a todos ellos: al Sr. Hacienda, los periodistas, la policía, las empresas competidoras, etc. compartiendo comida basura en el mismo lóbrego cuartucho mientras que con las manos pringosas escuchaban conversaciones telefónicas, leían emails y whatsapps. Realmente patético. En fin, el hacia su trabajo, cerrar la herida y lograr el mal menor, como solía decirse a sí mismo. Sin embargo, lo primero era el trabajo y a Roberto no le hacía falta que nadie se lo recordase, lo tenía afianzado en su personalidad desde bien niño. Por otra parte, no pensaba dejar escapar a esa mujer, la contable, con sólo una mamada, nada más que una ínfima porción de esa rica tarta de chocolate colombiano. Ni hablar. Había sido muchísimo mejor que esas habituales felaciones exprés. En verdad había estado genial y a Róber se le hacía la boca agua ...